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¿Rico? me preguntó María ansiosa, tendiendo la mano. Rico le contesté pasándole la horrible máquina. María chupó, y con más fuerza aún. Yo, que la observaba atentamente, noté a mi vez sus lágrimas y el movimiento simultáneo de labios, lengua y garganta, rechazando aquello. Su valor fué mayor que el mío. Es rico dijo con los ojos llorosos y haciendo casi un puchero.

Se levantaría a la misma hora que él, y mientras Juan vigilase la limpieza de la tienda, ella ayudaría a la criada en «lo de arriba»; trabajar mucho y ahorrar más, pues esto es lo que da salud; y después, a la hora de comer... ¡qué felicidad hablar de los negocios devorando el clásico puchero con el buen apetito que da la actividad!

Y la noche antes en casa del ministro Eneene, muy mal, por cierto, porque el doctor tenía gustos criollos bastante rancios y estaba a diario con puchero de cadera y asado de costilla, y alguna vez, de extraordinario, ponían ropa vieja, y gracias. ¿De qué se asombraba? ¡Cuántos, que no le llegarían a él a la sucia del zapato, trincaban con esos personajes!

¿Está todo bien preparado, Visanteta? Todo, señora. Nelet se ha encargado de que el capón no se queme; sólo faltan unas cuantas vueltas. Adela cuida del puchero. La sopa la pondremos cuando avise la señora.

Eres una indecente; y en prueba de que no tienes ni pizca de sentido, ¿apostamos á que no adivinas lo que voy á hacer? ¿Cuánto va á que no lo adivinas?... Pues voy á darte para que pongas un puchero.... ¡ea! Toma, y di ahora que yo no tengo humanidad. Pero sois tan mal agradecidas, que me pondréis como chupa de dómine, y hasta puede que me echéis alguna maldición. Abur

Vendrán días malos, y él me servirá... Me quedan veinte reales, de los cuales habré de dar parte a la niña, que está pereciendo, y lo demás para comer hoy, y... Tendré que decirle a la señora que su pariente no me ha dado más que el libro de cuentas, con el cual y el lápiz pondremos un puchero que será muy rico... caldo de números y substancia de imprenta... ¡qué risa!... En fin, para las mentiras que he de decirla a Doña Paca, Dios me iluminará, como siempre, y vamos tirando.

En otras casas se prescindía por completo de la sartén, no queriendo, después de un día de hambre, otro alimento que el callardó. Era el lujo de la raza, el nutritivo de los ricos, y toda la familia, puesta en cuclillas en torno de la hoguera, contemplaba absorta el hervir del puchero lleno de chocolate.

Mientras duró el noviazgo de Inés y Manolo, que así se llamaba el mozo, Cristeta compadecida de ellos, les protegió cuanto pudo, facilitando salidas a la muchacha, disculpándola si tardaba, y hasta espumando el puchero cuando la enamorada se entretenía un rato en la esquina inmediata.

Su corazón es tan entero como el tuyo ó el mío; lo que hay es que tiene en su mollera mucho más de lo que tendrás nunca debajo de ese puchero de peltre que te cubre el cráneo y por consiguiente ve más allá y siente más hondo que nosotros, y se afecta con lo que no puede afectarnos.

La esperanza de la gran comida, a que se va aproximando el coche mal que bien, aquello de andar en alto, el rubor de las jóvenes que van sentadas sobre los convidados, y la ausencia sobre todo del diurno puchero, alborotan a nuestra gente en tal disposición, que desde media legua se conoce el coche que lleva a la fonda a una familia de enhorabuena.