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Todo el mundo se olvidaba de la mina, creyéndose, como otras veces, en algún comedor aristocrático. Rafael Alcántara se divertía en emborrachar a Peñalver.

Pero hay que ver las botellas interrumpió Ojeda burlonamente. Eso es: hay que verlas juntas con los toneles; una enorme bodega; lo necesario para emborrachar a todo un pueblo... Y resbalando sobre el Océano vienen con nosotros toneladas y más toneladas de harina, montañas de cajas de conservas y de extractos; aves, pescados, bueyes, ¡qué se yo!... Todas las reservas de una ciudad sitiada.

¡Oh!, mil y mil gracias, señor ministro dijo don Simón cayéndosele la baba ; pero yo no merezco ese concepto... ¡Vaya si le merece usted! replicó S.E. con una sonrisilla y un retintín que acabaron de emborrachar a don Simón; retintín y sonrisa que en aquel personaje y en aquella ocasión venían a significar un pensamiento que podía traducirse en estas palabras: ¡Qué hermoso suizo!

Bien haya aquel tabernero de Corte, que se quita de esos cuidados y es cura de su vino, que le está bautizando en los pellejos y las tinajas, y a estas horas está hecho diluvio en pena, con su embudo en la mano, y antes de mil años espero verle jugar cañas por el nacimiento de algún príncipe. ¿Qué mucho dijo don Cleofás si es tabernero y puede emborrachar a la Fortuna?

¡Fue el señor quien me dijo que me divirtiese! ¡Tunante! exclamó el notario, ¿fui yo quien te aconsejó que te fueses a emborrachar fuera de las fortificaciones, con aguardiente y vino tinto? Cada uno se divierte como puede... He estado con mis camaradas.

Hubiera yo querido duplicar el tiro, emborrachar a los cocheros y hostigar a las bestias, a fin de recorrer en pocos minutos las tres leguas que faltaban para llegar a Villaverde.

No seas bárbaro, Primitivo murmuró el marqués entre placentero y grave. ¡Por Dios y por la Virgen! imploró Julián . ¡Van a matar a esa criatura! Hombre, no se empeñe en emborrachar al niño: es un pecado, un pecado tan grande como otro cualquiera. ¡No se pueden presenciar ciertas cosas!

En la mesa del señorito, se servían las botellas después de una larga permanencia en tanques llenos de hielo. El vino pasaba por la boca dejándola insensible, con la grata parálisis de la frescura. Nos vamos a emborrachar decía sentenciosamente el capataz. Esto se cuela sin sentir. Es refresco en la boca y fuego en la tripa.

Al oír esto, Lorenzo, que trasponía la puerta del comedor, se detuvo un instante y antes de continuar dijo: ¿También sería tontera criticarte eso?... y se alejó. ¡Ven... no te vayas... ché Lorenzo!... ¡Si no me voy a emborrachar! dijo Melchor en voz alta y prorrumpió en una carcajada...

Pero no debió usted dejarse emborrachar, joven indicó el diplomático . Juro que si eso hubiera pasado conmigo, de un sablazo descalabro a todos los oficiales de la división de Vedel. Doña María, profundamente indignada, silenciosa, ceñuda, parecía una sibila de Miguel Ángel.