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El comedor y el corredor era lo que amueblaban, y eso con pocos muebles: en las paredes ponían en nichos sus jarros preciosos: las sillas tenían filetes tallados, como los que solían ponerles a las puertas, que eran anchas de abajo y con la cornisa adornada de dibujos de palmas y madreselvas.

Cuando los hombres de Europa vivían en la edad de bronce, ya hicieron casas mejores, aunque no tan labradas y perfectas como las de los peruanos y mexicanos de América, en quienes estuvieron siempre juntas las dos edades, porque siguieron trabajando con pedernal cuando ya tenían sus minas de oro, y sus templos con soles de oro como el cielo, y sus huacas, que eran los cementerios del Perú, donde ponían a los muertos con las prendas y jarros que usaban en vida.

Su imaginación, excitada por la frecuente lectura de novelas de viajes, le había hecho concebir un tipo de marino heroico, atrevido, galanteador, y capaz de tragarse á jarros las bebidas más incendiarias sin pestañear. El quería ser así; todo buen navegante debe beber.

Venía la viuda de vuelta del mercado con el sirviente detrás, sin manos para sujetar toda la compra de jarros de Cholula y de Guatemala; de un cuchillo de obsidiana verde, fino como una hoja de papel; de un espejo de piedra bruñida, donde se veía la cara con más suavidad que en el cristal; de una tela de grano muy junto, que no perdía nunca el color; de un pez de escamas de plata y de oro que estaban como sueltas; de una cotorra de cobre esmaltado, a la que se le iban moviendo el pico y las alas.

Las dos criadas, que entraron en pos de ella, colocaron también sobre la mesa blanco pan, anchas copas y sendos y grandes jarros. Señalándolos Teletusa con el dedo, habló así: Este es vino rancio y seco de Chipre, néctar exquisito, consagrado a Venus, cuya fue aquella isla, allá en las edades felices en que vivieron y reinaron las diosas entre los mortales.

Era célebre Etruria por sus sabios, y por sus jarros de barro negro, con figuras de relieve, y por sus estatuas y sarcófagos de tierra cocida, y por sus pinturas en los muros, y sus trabajos en metal. Pero con la esclavitud se hicieron viciosos y ricos, como sus dueños los romanos. Vivían en palacios, y no en sus casas de antes; y su gusto mayor era comer horas enteras acostados.

Nos aproximamos, vimos varias frutas y dulces en almíbar que están expuestos en los escaparates; pero echamos de ver que hay jarros de flores á cada lado de la entrada principal, y esta circunstancia, unida á la de ser un punto muy céntrico, nos da mala espina acerca de sus condiciones económicas.

Yo le contar en la fuente mientras daba agua a sus mulos, y haciéndose cruces, la indignación que le causó, cuando servía en Córdoba a una marquesa, el averiguar, estando él en la cocina, que llevaban a dicha señora un enorme lebrillo y dos grandes jarros de agua a su cuarto. "¿Qué harías le preguntó una chica si tu mujer emplease también un lebrillo por el estilo?"

Los pucheros de Alcorcón, los jarros de Talavera y Andújar, los botijos y la cristalería de Cadalso, las escobas, las cajas de arena y tierra de limpiar metales revelaban una mano tan hacendosa como inteligente. Ni faltaba un poco de arte en aquellos cuatro trebejos colocados sobre cuatro no muy iguales tablas.

La invitación no era para rehusada; volvieron á llenarse los jarros y bebieron á la salud del alegre arquero, á quien rodearon todos, á excepción de algunos leñadores y pecheros que vivían lejos y muy á su pesar tuvieron que abandonar la venta. El recienllegado se había quitado cota, casco y manto y puéstolos sobre sus fardos, junto con la espada, arco y flechas.