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Sobre los arcos se tendió una cornisa general, y en esta se apoyaron, cruzándose en el espacio y deslumbrando con sus colores y dorados, como fuegos de artificio cuyas curvas se cruzan en el domo sombrío del estrellado firmamento, los arcos de segmentos que forman la elegante y estraña cúpula morisca.

El choque de las olas hacía temblar las rocas, y su ruido iba repercutiendo en todos los agujeros y anfractuosidades de la gruta. Mira, mira le dije a Recalde. Mi amigo, temblando, murmuró: Shanti, volvamos atrás. No, no le contesté yo . Aquí debe haber un agujero por donde viene la luz. El tronco de árbol del borde de la cornisa indicaba que en otro tiempo había andado por allí gente.

En los prados que no están protegidos por un dique ó una hilera de árboles contra el ímpetu del arroyo, las débiles márgenes son fácilmente derribadas. El agua que las golpea mina su base; pero durante algún tiempo, las raíces entremezcladas en el césped sostienen la capa superior, saliente como cornisa por encima del agua.

La esposa acabó de atar la cuerda y la dejó caer hacia afuera; Mauricio la cogió y de un solo esfuerzo llega hasta la cornisa. Su mujer tenía tal miedo de verle caer, que le cogió del brazo y le atrajo hacia ella con una fuerza inesperada.

Señá Benina, repito que es usted un ángel. ... de cornisa... Yo no quiero que usted esté tan desamparado. ¿Por qué le ha hecho Dios tan vergonzoso? Buena es la vergüenza; pero no tanta, Señor... Ya sabemos que el Sr. de Ponte es persona decente; pero ha venido a menos, tan a menos, que no se lo lleva el viento porque no tiene por dónde agarrarlo.

Segunda zona: fórmanla un zocalito pequeño, luego una cenefa de hojas y figuritas, luego una crestería dorada, despues otra cenefa mas ancha de hojas sutiles, de plata mate con figuras doradas. Esta segunda zona va en disminucion, y sostiene la tercera, que se compone de los cuerpos siguientes. Tercera zona: basa saliente, que sirve de cornisa á la cenefa de la zona inferior.

Dos tercios del casco ocultos siempre en el mar quedaban al descubierto, mostrando el vivo rojo de su panza. Sólo su quilla se mantenía en el agua. El tercio superior, lo que quedaba visible sobre la línea de flotación en tiempo ordinario, era ahora una simple cornisa negra que remataba el extenso muro purpúreo.

Los criados tenían que darle de comer porque no tenía brazos. Así estuvo viviendo de esa manera hasta que murió. Sobre los pequeños pilares que forman la cornisa del palacio 30 se puede ver el busto de un hombre. Como todos los bustos, no tiene ni brazos ni ojos. Según el pueblo este busto es la efigie del arquitecto que dirigió la erección del palacio.

A cierta distancia de la cornisa se levanta á cada lado un cuerpo compuesto de tres arcos, el del medio remontado, que sirve de ventana, y los otros dos adintelados, en los cuales se ven cuadros que al parecer representan hechos de la vida de S. Fernando. Todos tienen su correspondiente cornisamento sostenido de columnas jónicas estriadas, con los pedestales al aire cargando en sendas repisas.

Sobre las dunas de la playa de las Ánimas la vegetación se hace cada día más tupida, y van llegando las praderas y las heredades de Izarte hasta el borde mismo de la cornisa. Hacía el lado del Izarra, en un pequeño promontorio, hay un faro de poca importancia; por el lado de Elguea se ve toda la costa española y parte de la francesa.