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El doctor Le Bris había cambiado de enfermo y se dedicaba a curar el cerebro de su amigo y a desarraigar las ilusiones obstinadas que el conde guardaba sobre su amante. Desató implacablemente la tupida venda que el pobre hombre se había dejado colocar sobre los ojos. Le contó detalladamente todo lo que sabía del pasado de aquella mujer; le hizo ver que era ambiciosa, avariciosa, ladina y malvada.

Con esto no se hace mal a nadie... Vamos a almorzar. El buque había salido de la bahía. Deslizábase entre islotes de tupida vegetación y escollos que emergían sus negras cabezas con greñas verdes. Las montañas de forma humana parecían alejarse tierra adentro.

Llevaba ya lloviendo un cuarto de luna. Entre el bosque innumerable de menudos y apretados chorros de agua, desde la tierra al cielo, y cuya tupida y abovedada ramazón eran las nubes grises y cárdenas, el tembloroso lamento de las campanas basilicales se extraviaba y desfallecía. Era un domingo, noche ya.

Despues de haber andado una larga jornada, bogando con toda la rapidez de la corriente, se hace alto al anochecer, ó sobre la orilla derecha donde hay una selva muy tupida cuyo terreno debe ser exelente para el cultivo, ó sobre la izquierda que está poblada de magníficos bosques.

Las Maimaison descollaban rosadas y turgentes, como un hermoso seno; las se deshacían, dejando pender sus desmayados pétalos; las de Alejandría, erguidas y elegantes, vertían su copa de esencia embriagadora; las musgosas reían irónicas con sus labios de carmín, al través de una barba tupida y verde; las albas desafiaban a la nieve con su fría y cándida belleza, con su rigidez púdica de flores de batista.

Tupida y alta maleza crecía por doquier, respetando, tan sólo, uno que otro espacio cubierto por restos de quebradas losas, que, así esparcidas entre la hierba, hacían pensar en el osario de ruinoso convento. El hidalgo no pensó nunca en reparar el abandono de aquel recinto, donde él mismo se holgaba, como en inculta campiña.

Sin embargo, á fuerza de cuidados y después de reñir mucho con el criado y de incomodarse, había conseguido formar una glorieta bastante hermosa y tupida de lianas y capullos de Levante. Era el sitio predilecto de nuestro joven, donde solía refugiarse á leer en las tardes calurosas de estío.

Las plantas trepadoras enroscaban sus verdes ondulaciones en las columnas de los claustros, llegando hasta los arcos de herradura. Los mausoleos, las imágenes yacentes, los ángeles de mármol, en medio de las platabandas de tupida vegetación, parecían estatuas de jardín.

Ante la mesa de tosca piedra, roída por la intemperie, se sentaban Baltasar y Amparo, y allí les traían las botellas de cerveza, de gaseosa, cuyo alegre taponazo animaba de tiempo en tiempo el diálogo. Una parra tupida les prestaba sombra; algunas gallinas picoteaban los cuadros de un mezquino jardín; el lugar era silencioso, parecido a un gabinete muy soleado, pero oculto.

Colmenar oía baja la vista, contando los arabescos de la tupida alfombra. Alzó al fin la cabeza y diose una palmada en la frente. Me ocurre una idea sin ejemplar dijo, repitiendo la célebre frase del ministro portugués. Chico, ¿por qué no te casas? ¡No está mala la ocurrencia! ¡, que son baratas las mujercitas en estos tiempos... y lo que viene después!