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«La hogaza de pan con peso de tres libras dice Martín Villa subió á 24 y 30 reales: las familias acomodadas sintieron la escasez y miseria: los más pobres y los más desvalidos fallecían desmayados en las calles, y en las casas más caritativas se cuidaban de poner con aseo y alguna decencia, arrimados á la pared de la calle, los despojos de la cocina para que los indigentes pudiesen rebuscar entre ellos alguna cosa con que aliviar el hambre que los devoraba

Los más antiguos, de tonos suaves y desmayados, mostraban jardines persas, con fontanas azules en las que bebían rojizas bestias.

Cuando se cansaba de hablar, entonaba alguna canción picaresca con ribetes de obscena, que hacía reír no poco al joven cortesano. La alegría es contagiosa, como la tristeza. La de Celesto consiguió pegársele y llegó pronto a hacerle el dúo, poniendo en inusitado ejercicio las fuerzas de sus desmayados pulmones.

Lográronse algunos párvulos, á quien bautizaron, pero se opuso el demonio á estos felices principios con todas sus máquinas y esfuerzo. Apareciéronseles los ministros infernales en formas horrendas y espantosas, á cuya vista caían desmayados en tierra los indios. Acudieron por remedio á los Padres.

Trecientas y mas casas se cayeron, Y templos muy lucidos y labrados, Y mas de treinta hombres perecieron, Sin indios la tierra sepultados. De espanto y miedo algunos se murieron, Cayendo de su estado desmayados; Que viendo se hundia tierra y suelo Pensaban se venia abajo el cielo.

Los matices y variados del Jaragüí y las flores vivísimas de sus huertos y vergeles, eran más desmayados y menos ricos que los colores de las marlotas y capellares de los mancebos, y que las sedas, velos y tocas de las zagalas que acudían en tropel a entrar por la puerta de Elvira para encontrarse en el espectáculo.

Les obligaban a pasar noches enteras haciendo pitillos de arena para que después saliesen mejor hechos los de tabaco; en el paseo no les permitían levantarse del asiento de piedra que les habían señalado de antemano; les ponían en el cepo de campaña sin motivo alguno, aunque fuese después de comer, sólo por divertirse; los que eran más débiles solían vomitar o caer desmayados...

Sabía, por experiencia de casos análogos, que no traspasaba jamás el límite que su bondad y su caridad le imponían. Era buena como un ángel para conceder, y firme como una roca para detenerse en el punto que debía. «Ya dijo tapando cuidadosamente la botella , que con este consuelo de tus nervios desmayados estarás más dispuesta, y la reparación del cuerpo ayuda la del alma».

Y, dando con la mano derecha dos golpes sobre el hombro izquierdo, en un brinco se le puso el mono en él, y, llegando la boca al oído, daba diente con diente muy apriesa; y, habiendo hecho este ademán por espacio de un credo, de otro brinco se puso en el suelo, y al punto, con grandísima priesa, se fue maese Pedro a poner de rodillas ante don Quijote, y, abrazándole las piernas, dijo: -Estas piernas abrazo, bien así como si abrazara las dos colunas de Hércules, ¡oh resucitador insigne de la ya puesta en olvido andante caballería!; ¡oh no jamás como se debe alabado caballero don Quijote de la Mancha, ánimo de los desmayados, arrimo de los que van a caer, brazo de los caídos, báculo y consuelo de todos los desdichados!

En este tiempo ya se habían desparecido del jardín todo el barbado escuadrón de las dueñas y la Trifaldi y todo, y los del jardín quedaron como desmayados, tendidos por el suelo.