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Que el parecer recatada Era todo su cuidado, Y díjome que había estado Sólo dos meses casada; 460 Porque su noble marido, De enamorado, murió. No envidio la muerte yo, La causa . Necio ha sido, Pues tanto tiempo tenía. 465 Poca edad y mucho amor, Toda la vida, Señor, Remiten á solo un día. ¿Cómo trae tan pequeñas Tocas? Más hermosa está. 470 Porque las largas son ya Para beatas y dueñas.

Sus mejillas tenían el mismo tono azulado que la de los hombres que se rasuran diariamente. La madre, algo cuadrada á causa de la obesidad propia de los años, prescindía de esta precaución, y por debajo de la corona de flores que circundaba sus tocas dejaba asomar una barba abundante y dura.

Y es que, sin duda, el alma abrasada en amor divino se manifiesta siempre de un modo misterioso y con síntomas que el observador superficial no puede apreciar. Su vestido era recatado y monjil, no siendo posible certificar que bajo sus tocas hubiera algo parecido á una cabellera, aunque nos atrevemos á asegurar que la tenía, y muy hermosa.

Con sesgo rayo por la falda oscura A largos trechos el follaje tocas, Y tu albo resplandor sobre la altura En mármol torna las desnudas rocas. Y yo en tu lumbre difundido ¡oh luna!

La hija mayor levantó la tapa del instrumento, quedando al descubierto el blanco teclado, semejante a la dentadura de un monstruo. Sus dedos, larguiruchos y extremadamente abiertos por un continuo ejercicio, corrieron sobre las teclas, produciendo complicadas escalas. ¿Y , no tocas? preguntó don Juan a Amparo. Nada, tío. El profesor dice que soy demasiado aturdida, y me ha declarado incapaz.

Sobre todo las mujeres. ¡Pobres actrices!... Uno tras otro van apareciendo el traje con que representaron La niña boba, las tocas monjiles de «Doña Inés», la rubia peluca de «María Antonieta», la falda corta y las medias blancas de «la Dolores...»; y cada objeto despierta en ellas los recuerdos, punzadores como espinas, de cien noches triunfales.

El sabio fondista dijo que él los traería; y en efecto, a los dos minutos se presentó con dos pares de castañuelas que entregó a las hermanas. Entonces éstas se despojaron de las papalinas y las tocas. Por primera vez vi los cabellos de la hermana San Sulpicio.

Pendíanle de las orejas dos calabacillas de vidrio, que parecían perlas: los mismos cabellos le servían de garbín y de tocas.

Nogueras lo hizo atravesar los claustros de la Facultad, subieron escaleras, pasaron otros claustros, y por fin, el médico abrió una puerta. Lo primero que vio Maltrana fue las tocas blancas de una monja, ocupada en arreglar con sus manos de cera las flores de trapo y las velillas de un altar.

Eran místicos de acción, como el antiguo soldado Loyola, como la andariega Teresa de Jesús, especie de Don Quijote con tocas siempre a caballo por los campos de Castilla; y este misticismo vigoroso y militante, que salvó a la Iglesia católica cortando el paso a la Reforma se había esparcido por el Nuevo Mundo con los conquistadores, predispuestos al milagro.