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La duda queda en pie porque, en el fondo, nada hay en ellos que se oponga a la verdad católica ni a la moral cristiana. Por el contrario, si bien se examina, se verá que sale de todo una lección contra los orgullosos y soberbios, con ejemplar escarmiento en la persona de D. Luis. Esta historia pudiera servir sin dificultad de apéndice a los Desengaños místicos del Padre Arbiol.

Presentación se ruborizó levemente con estas palabras y dirigió una mirada rápida hacia el rincón, tropezando sus ojos vivarachos con los suaves y místicos de Llot, que estuvieron posados buen rato sobre ella.

Estos cánticos y romances místicos, escritos en dialecto gallego, interesantes porque nos dan á conocer las formas de los antiguos cantos religiosos, se han conservado en número de 400, con su música especial, en diversos manuscritos del Escorial y de la catedral de Toledo.

Entonces, aprovechando los favorables vientos de paz que reinaban en la casa, se atrevió a bajar del sobrado la abandonada imagen del Niño Jesús. La puso encima de una rinconera adherida al muro espeso del dormitorio, y se complació en su compañía y en su devoción con místicos arrobos.

¿Ni cómo habían de entender las quintas esencias y los refinamientos amorosos y místicos que gastan los poetas y algunos de sus héroes, y los discreteos, delicadezas y finuras de sus galanes y de sus damas?

Pero Isidora, para quien aquel espectáculo, además de ser enteramente nuevo, tenía particulares seducciones, vio algo más de lo que vemos todos. Era la realización súbita de un presentimiento. Tanta grandeza no le era desconocida. Habíala soñado, la había visto, como ven los místicos el Cielo antes de morirse.

Poniendo en duda o atenuando la fuerza de esta manera de pensar, se dirá que después de escritos tales párrafos, acaso en aquellos mismos años, los monarcas adornaban sus palacios con obras de Veronés y de Ticiano, tales que según la intransigencia de los místicos podían calificarse de pecaminosas, y aun que el mismo Velázquez trajo varias de Italia para Felipe IV; mas esos lienzos no eran imitados por nuestros pintores.

La joven le observaba con el rabillo del ojo, y adivinando lo que pasaba en su espíritu, permanecía silenciosa también, en un estado de recogimiento que diera buena muestra de sus místicos pensamientos. Para ayudar a ella, dijo al cabo de media hora de silencio: Padre, no hemos pedido a San José que nos proteja en nuestro viaje.

Aresti, influenciado por este ambiente, pensaba en los místicos retiros de la Flandes católica, en sus conventos modernos de escrupulosa limpieza y sus beguinas cubiertas por tocas nítidas, de movibles alas, como mariposas de nieve. Goicochea seguía hablando.

Se exponía, por una parte, a que doña Inés llegase a saber que él quería seducir o había seducido a Juanita, lo cual enfurecería a doña Inés por dos razones: porque contrariaba sus planes místicos de que Juanita fuese monja y porque deslucía o manchaba el amor, sin duda platónico, con que el propio don Andrés la estaba, hacía más de siete años, complaciendo, tal vez poetizándole la vida y consolándola de tener un marido tan perdulario.