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Dieron los ojos en ver, 715 Puesto que en lugar sagrado, Al hombre más recatado De mirar y de entender; Mas, ya que ha venido á ser Provocado á desafío, 720 Responde tan necio y frío, Que me pide que á otro quiera: Mirad ¡quién tal os dijera, Triste pensamiento mío!

Y aquí se ve que el arte por bajeza De estilo vino á estar en tal desprecio, Y el rey en la comedia para el necio.

Eres un necio, Catur. Eso, Caleb, que me das por apodo, lo tomo yo de buen talante por alto título y dictado, y al fin veremos quién se engaña. Mira, Caleb, no he procedido de rebato para ser tonto, sino que para ello he caminado con un tino y con un rigor lógico que te pasmaría, pues no hay raciocinio más rígido que el mío.

Porque en un malvado de gran talento todos piensan, de un malvado necio nadie se acuerda; porque forman un vivo contraste la iniquidad y el gran saber, y este contraste hace mas notable el extremo feo; por la misma razon que se repara mas en la relajacion de un sacerdote que en la de un seglar.

El universo no se ha calcado sobre nuestra experiencia, sino que nuestra experiencia ha dimanado de él: decir que no hay ni puede haber nada sino lo que la misma nos atestigua, es hacer á nuestro yo el tipo del universo, es afirmar que sus leyes están radicadas en nosotros y son emanaciones de nuestro ser: orgullo necio para ese átomo imperceptible que se presenta por algunos instantes en el inmenso teatro de la naturaleza y luego desaparece; orgullo necio, para ese espíritu que á pesar del grandor de su capacidad, siente su impotencia para sustraerse á esas leyes, á esos fenómenos, que segun la monstruosa suposicion, debieran ser obra de él mismo.

Una mujer arruinada por él, es un mérito contraído para con las demás. El hombre no calavera, el hombre de talento y juicio se enamora y, por consiguiente es víctima de las mujeres: por el contrario: las mujeres son las víctimas del calavera. Dígasenos ahora si el hombre de talento y juicio no es un necio a su lado.

¡Madre, madre, V. delira! exclamó Clara. No, no deliro respondió Doña Blanca. Y , necio añadió dirigiéndose al fraile, ¿eres ciego? ¿no la ves? y señalaba con el dedo á su hija. ¡Cómo se le parece! ¡Dios mío! ¡Cómo se le parece! Es un retrato suyo. ¡Apártate de mi vista, vivo testimonio de mi vergüenza!

Necio fuera, señora, en tal momento, rebuscando un concepto pretencioso digno de honrar sujeto tan glorioso, esforzar el indócil pensamiento. Permitid que, de tal martirio exento, vuele desatinado y caprichoso para expresar cuán grande, cuán hermoso es el placer que al escucharos siento.

Sería muy necio y muy egoísta si fuese a incomodarme por una cosa que después de todo no está en su mano el evitar. Es cuestión de temperamento, y yo acostumbro a respetarlo; mucho más tratándose de mi esposa, que se encuentra en un estado excepcional... Pero hay algo más. Lo que me acaba de pasar llueve sobre mojado.

¡Echado! ¿Y quién es él para echarte? exclamó con ímpetu el ama. a llamarle. Es menester que yo caliente las orejas, lo mismo a ese necio que a Juanito. ¡Si nos descuidamos van a mandar en esta casa los criados más que los amos! Señora ... yo no me atrevo. ¿Quiere que le envíe recado por Fernando? Haz lo que quieras, pero llámale.