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He hecho lo imposible por no ser un melancólico, porque nada hay más ridículo que eso, en cualquier edad, pero sobre todo en la mía; pero hay en el alma de ciertos hombres no yo qué especie de bruma elegíaca siempre dispuesta a condensarse en lluvia sobre las ideas. ¡Tanto peor para quienes nacieron entre las nieblas de octubre! añadió sonriendo a la vez por lo pretencioso de la metáfora y por lo que en el fondo le humillaba aquella enfermedad congénita

El fuste de estas columnas huecas estaba adornado con las tres flores de lis de la vieja monarquía francesa, los agarradores de cada cañón eran dos delfines, y todas las piezas ostentaban el lema pretencioso Nec pluribus impar de Luis XIV, con otro más sombrío: Ultima ratio regnum. El príncipe sonrió ante este lema.

El poder trató de realizarla delegando todas sus facultades en el marqués del Toro, quien rehusó esta distincion; entonces fué puesta la suerte de la santa causa en manos de Miranda; este no tuvo dificultad en admitir el alto cargo y peligrosa confianza con el título de Generalísimo, por juzgarlo menos pretencioso y mas modesto que el de dictador.

La dama contesta con la más graciosa de sus sonrisas y un movimiento encantador de cabeza y murmura á la amiga que asiente, entre dos indolentes abanicazos: ¡Qué pretencioso! Chica, está loco enamorado. Entre tanto los golpes menudean: ¡bum-bum-bum! ¡toc-toc-toc! ya no quedan más que dos palcos vacíos y el de S. E. que se distingue por sus cortinas rojas de terciopelo.

Parece que Cervantes conocía también los defectos de estas piezas, según se deduce del tono poco pretencioso con que habla de ellas en el prólogo, muy opuesto, sin duda, al amor propio que en otras ocasiones manifiesta; pero como intentaba rivalizar con Lope y su escuela, creyó, acaso, que el mejor modo de lograr el triunfo era imitar la parte externa de sus obras, acumulando maravillas, aventuras y golpes teatrales.

Cuando llegó á la antecámara de audiencias, cesó en sus cabriolas, se detuvo un momento en la puerta sonando sus cascabeles, como para llamar la atención de todo el mundo, y luego, con la mano en la cadera, la cabeza alta y la mirada desdeñosa, que parecía no querer ver á nadie, atravesó con paso lento, marcado y pretencioso, la antecámara. Todos los que le conocían en la corte se echaron á reir.

Necio fuera, señora, en tal momento, rebuscando un concepto pretencioso digno de honrar sujeto tan glorioso, esforzar el indócil pensamiento. Permitid que, de tal martirio exento, vuele desatinado y caprichoso para expresar cuán grande, cuán hermoso es el placer que al escucharos siento.

Finalizaba la sopa cuando entró Rafaelito, sudoroso, sofocado, como si hubiese corrido mucho para llegar a tiempo. ¡Vaya una hora de venir! dijo la mamá, frunciendo el ceño. Era un ser insignificante y de aspecto pretencioso.

Se había puesto excesivamente, monstruosamente gruesa; el pecho desbordaba del corsé; la cintura, salida de madre, invadía las caderas; los brazos, del codo al hombro, tenían más de muslos que de brazos; el cuello, corto, con un collar de grasa, que caía en blanda papada sobre el cuerpo del vestido, manchado por la transpiración y los polvos de arroz; la cara, mofletuda, colorada, reluciente; los ojos, enterrados en tanta gordura, lacrimosos, a la sombra de un flequillo postizo, que se encrespaba sobre las cejas peladas... Y encima del peinado pretencioso, una capota rosa, una capotita monísima... ¡Qué bajón tan grande había dado la señora de Esteven!

Era allí donde había comido una famosa «sopa marinesca» y donde se vendían las mejores ostras de Fusaro. A la derecha del camino se alzaba un edificio pretencioso y moderno, con el título del restorán en letras de oro.