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Debe ser alguna guaranga, degradada como ... ¡Esta me la has de pagar! ¡Ha de arder Troya! Usted ha manchado mi familia y mi nombre, arrastrándolo por las últimas capas sociales. ¡El nombre de los Berrotarán! Si mi padre viviera, ya te habría molido las costillas; treinta años fue militar, y mi madre no tuvo jamás una queja.

Cuando la comprendieron, los unos echaron a correr llevados de un compasivo horror; los otros rompieron a llorar con ese clamor intenso, sonoro, dolorido, que indica en ellos la intuición de las grandes desdichas. Aquello no era una travesura; era algo más. Aquello de que estaba manchado Zarapicos no era el almagre de que se pintaban alguna vez para jugar; era sangre, ¡sangre!

Todo ha concluido. ¿He hecho bien? ¿He hecho mal? ¿Por qué no experimento la dulzura inefable que dejan las resoluciones honradas? Me he vencido: mi voluntad, domando los impulsos torpes, ha preferido a la hipocresía la sinceridad. Si cuanto creí era falso, mi alma se hubiera corrompido al contacto de la mentira; si era cierto, la oración se habría manchado al pasar por los labios del impío.

Los mayores miraban con semblante serio las huellas de la lucha; los pequeños, riendo alegremente, triscaban como cabritillos; todos iban buscando vestigios del paso de la tropa y mostrándose mutuamente las peñas donde chocó una granada, la tierra removida en el piso de las zanjas y el musgo manchado por la sangre; pero lo que más les regocijaba era recoger cartuchos vacíos.

La amazona fue despedida de la silla, al mismo tiempo que un alarido de emoción de muchos centenares de bocas sonaba a lo lejos. El caballo, al librarse de los cuernos, salió corriendo como loco, con el vientre manchado de sangre, las cinchas rotas y la silla tambaleante sobre el lomo. El toro fue a seguirlo; pero en el mismo instante, algo más inmediato atrajo su atención.

Don José estaba inmóvil en el sillón, oprimiéndose la frente con un pañuelo ligeramente manchado de sangre: sobre una mesa inmediata había una bujía y una caja de fósforos. Sin preguntarle nada, adivinó Pepe lo sucedido: al anochecer debió intentar encender la vela, y al querer alcanzar los fósforos, se cayó.

Llevaba una gorra de terciopelo rojo coquetamente ladeada, rico y bien ceñido traje y en la enguantada diestra un pequeño halcón, cuyas erizadas plumas acariciaba suavemente. Roger notó que la hermosa desconocida tenía todo un lado del vestido manchado de lodo.

El quedar la palmatoria y las cerillas al alcance de su mano, demostraba en la madre y los dos hijos propósito de regresar tarde, aunque esperasen llegar antes que Pepe; pero sucedió lo contrario. La herida de don José era insignificante, mas la vista del pañuelo manchado de sangre puso a Pepe fuera de .

Tenía aún el traje de fiesta con el cual la viera Julián danzar pocas horas antes junto al crucero y en el atrio; pero el mantelo de rico paño se encontraba manchado de tierra; el dengue de grana se le caía de los hombros, y uno de sus largos zarcillos de filigrana de plata, abollado por un culatazo, se le había clavado en la carne de la nuca, por donde escurrían algunas gotas de sangre.

, traidor, y de la manera más criminal que puede ser traidor un vasallo: manchando ante la historia el nombre de su señor... porque tu nombre aparecerá manchado en la historia por esa tiranía feroz inmotivada contra los pobres moriscos; por esa codicia innoble que les robó. La mirada del rey se hizo vaga.