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Enrique me rogó que le presentara la cuenta de mis honorarios, y Cecilia me prometió acudir a para que le curase todos los pinchazos de agujas y alfileres. Poco después dieron las once, y cada uno tomó su palmatoria. Yo entré en mi alcoba, desde donde oía aún las carcajadas y las alegres carreras que daba en los comedores aquella juventud bulliciosa.

Dicen que de tiempo en tiempo suceden en esta cámara cosas extraordinarias... que el alma de la reina doña Isabel... En aquel momento la puerta que conducía al oratorio de la reina, dió un violento portazo. Sobresaltada, sobrecogida la duquesa, dejó caer la palmatoria que tenía en la mano y se quedó á obscuras.

Estaba en la cama, descoyuntado entre mantas y almohadones. Por verme entrar, me llenó de improperios; detúveme dudando junto a la puerta, y esto fue mi fortuna, porque con la última desvergüenza me arrojó la palmatoria, que se estrelló contra el espejo de un lavabo, a media vara de la cola de mi vestido.

Oíalos Miss Buteffull desde su cama y comprendió al punto la causa: sin duda, nadie se había acordado en la casa de que el pobre niño había vuelto del colegio; quizá se había puesto malo de pronto; quizá habían entrado ladrones y lo estaban asesinando... Miss Buteffull, compadecida, encendió la vela de su palmatoria.

Inquisidor se vistió con su sobrepelis y estola, y tomando el libro de Officio en las manos en donde estaua la forma de dar la absolución a los reios, y vna honesta persona alumbrándole con vna palmatoria de plata, y hauiendo uenido de su tablado los reios al del solio del S.r Inquisidor y salido quatro pages, dos del dicho Sr. Inquisidor y dos del Sr.

A veces era tanto su temor, que dejaba caer la palmatoria y volvía corriendo arrojando gritos. Amalia se enfurecía entonces, la pellizcaba, la golpeaba, pretendiendo que fuese otra vez al sitio designado. La criatura se dejaba martirizar y se hubiera dejado matar antes de hacerlo. En una de estas ocasiones le dijo sonriendo ferozmente: ¡Ah! ¿Conque la señorita es tan medrosa?

Oyose el rápido posarse de los pies de Cristeta sobre el entarimado. Luego añadió: Aquí..., encima del tocador: trae tu palmatoria. Sonó el frotamiento de un fósforo, y quedó débilmente iluminado el cuarto.

Cesó el canto, oyéronse unas leves pisadas, se abrió la puerta, y con una palmatoria en la mano apareció una preciosa niña de diez y seis á diez y siete años. ¡Cuánto ha tardado vuesa merced, señor padre! dijo sonriendo al cocinero mayor mi señora madre y yo estábamos con mucho cuidado. ¡Y cantábais! Por entretener la espera.

Según hemos llegado a averiguar, Pepita empleó más de una hora en estas faenas de tocador, que habían de sentirse sólo por los efectos. Después se dio el postrer retoque y vistazo al espejo con satisfacción mal disimulada. Y por último, a eso de las nueve y media, tomando una palmatoria, bajó a la sala donde estaba el Niño Jesús.

Las buenas señoras quisieron tratarme a cuerpo de rey, y sin embargo, ¡qué cena tan modesta y tan triste! Cerré la puerta, dejó en la mesa la brillante palmatoria, y de un soplo apagué la bujía. De codos en el alféizar me puse a contemplar el cielo.