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En el opuesto lado de la huerta, que era el sitio más apartado y feo, había un tinglado, bajo el cual se veían tiestos vacíos o rotos, un montón de mantillo que parecía café molido, dos carretillas, regaderas y varios instrumentos de jardinería.

Abajo, en la cocina, humeaba el café entre dos galletas de marinero. El «gato» de barca cargaba con varios cestos vacíos. Delante de él marchaba el patrón como un guerrero de las olas, llevando los remos al hombro. Sus pies marcaban en la arena una huella rápida. A sus espaldas, el pueblo empezaba á despertar.

En los salones, casi vacíos, sólo quedaban como recuerdos del antiguo esplendor algunos tapices astrosos, cuadros negruzcos con santos ensangrentados en posturas horripilantes, sillerías de estilo Imperio con la seda deshilachada; todo lo que no habían querido los corredores de antigüedades de Sevilla, a los que llamaba el marqués en sus momentos de apuro.

Para ellas, y a sus años, un baile se compone de muchachas, aderezos, adornos, polquistas y galanes: los jugadores de whist no son tenidos en cuenta... no existen; son cuatro asientos vacíos en un salón. Pero, chica, ¿no has pensado nunca en ello? Jamás. ¿Ni aun en sueños? ¿En sueños? no tengo tiempo: duermo perfectamente. ¿Y no te ha indicado nada tu madre? Nada.

El paseante nocturno no encontraba una silla en toda la ciudad; pero á pesar de esto, la muchedumbre seguía en los bulevares hasta la madrugada, esperando sin saber qué, yendo de un extremo á otro en busca de noticias, disputándose los bancos, que en tiempo ordinario están vacíos. Varias corrientes humanas venían á perderse en la masa estacionada entre la Magdalena y la plaza de la República.

Transcurría el tiempo sin que la cubierta se viese tan poblada como en otras mañanas. Muchos sillones permanecían vacíos. Las graves señoras alejaban a sus hijas para conversar entre ellas con voz de misterio y gestos de indignación, como si comentasen algo escandaloso. No había aparecido aún ninguno de aquellos jóvenes de cuya amistad hablaba Maltrana con entusiasmo.

Penetraron en una habitación contigua, enteramente llena de libros, donde tres estantes de roble nuevos y vacíos ocupaban otras tantas paredes, mostrando sus enormes huecos de madera limpia, recién labrada e impregnada del olor al barniz.

Tenía una consola con incrustaciones que perteneció al mismísimo Grimaldi, y un ropero traído de París por la de los Ursinos. En cuanto al taller que D. Francisco necesitaba, fácil le sería conseguir de Su Majestad que le cediera un local de los muchos que estaban inhabitados y vacíos en el piso tercero.

Cuando después, y bajo la influencia de más benigna temperatura de inviernos menos pródigos en nieve se funda el ventisquero en toda su parte inferior dejando vacíos la oquedad de roca que le servía de cauce, el hacinamiento de peñascos, libre de la presión que le empujaba hacia adelante, quedará aislado á cierta distancia del ventisquero; detrás de él se verá la piedra desnuda, lisa, cepillada por el enorme peso que recientemente la cubría y sembrada en algunos sitios del barro rojizo producido por los guijarros y el casquijo que se estrellaron en ella.

He descubierto que la gran sabiduría de la vida, lo más importante, es «pasar el rato»; y lleno el vacío que todos llevamos dentro con una orquesta: la orquesta de mis ilusiones. Lo necesario es que toque siempre, que no queden los atriles vacíos; una vez terminada una partitura, hay que colocar otra nueva. A veces, la sinfonía es de amor... Las mías han sido hermosas pero breves.