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Tomaré sencillamente, la iniciativa de la ruptura; no podrá menos de quedar agradecido. Haz como quieras, querida mía, tengo confianza en la bondad de tu corazón y en la rectitud de tu espíritu. Ahora, tengo que pedirles algo, a ti, madre, y a ti, Jaime; prométanme guardar secretas para mi padre, para todo el mundo, para Juan, principalmente, las resoluciones que he tomado.

No, Melchor... nosotros no pretendemos contrariarte, ni primar en tus resoluciones sensatas; pero necesitas, por tu bien, salir de aquí... acuérdate de las últimas cartas de tu casa. Yo las voy a contestar. Contéstalas yendo, anda a ver a los viejos, arregla tu situación en tu oficina. ¡Para lo que me importa del empleo¡ ¡bien me pueden destituir!

Estos días se me han hecho tan largos, como cortos los hubiera querido mi impaciencia. ¿Qué consideraciones me detienen? me preguntaba yo, y puesto que toda mi dicha es ella, ¿quién me impide cerciorarme de su amor? No obstante, te lo confesaré, me parece que olvido mis resoluciones cada vez que llega la ocasión de llevarlas a cabo, y así he llegado hasta hoy.

Las escenas amorosas terminaban por lo regular con tan imprevistos incidentes, como imprevistas eran las resoluciones de los consejos y el éxito de las miles de empresas. Excuso decir que en los combates los descalabrados eran siempre los moros, por más razón que tuviesen, no amparándoles ni aun la poderosísima de ser á veces más los malos que los buenos.

Y ya lo sabes, es para toda la vida, porque yo no soy capaz más que de resoluciones extremas. Dicho lo cual, desasiéndose de él y dejándole confuso en medio de la acera, se alejó precipitadamente hasta entrar en el anchuroso portal de la casa donde vivía. Don Juan pasó de largo, miró con disimulo, y después de verla torcer hacia el arranque de la escalera, apretó el paso.

Todo ha concluido. ¿He hecho bien? ¿He hecho mal? ¿Por qué no experimento la dulzura inefable que dejan las resoluciones honradas? Me he vencido: mi voluntad, domando los impulsos torpes, ha preferido a la hipocresía la sinceridad. Si cuanto creí era falso, mi alma se hubiera corrompido al contacto de la mentira; si era cierto, la oración se habría manchado al pasar por los labios del impío.

A sus órdenes hizo la mayor parte de la guerra; pero al verlo en lucha con Carranza, presintió que este antiguo «ranchero», de porte solemne y aseñorado, al que llamaban «el viejo barbón», tenía más aspecto de presidente que el antiguo bandido, y se fué con él. Por segunda vez Guadalupe reconoció que su esposo era á veces capaz de resoluciones acertadas.

La señora Angustias, hembra fuerte, obesa y bigotuda, que no temía a los hombres e inspiraba respeto a las mujeres por sus resoluciones enérgicas, mostrábase descorazonada y floja ante su hijo. ¡Qué hacer!... Sus manos habíanse ensayado en todas las partes del cuerpo del muchacho; las escobas se rompían sin resultado positivo. Aquel maldito tenía, según ella, carne de perro.

Antes de preguntar cuál era el primer principio, era necesario saber si existia. Esta última cuestion no puede suponerse resuelta en sentido afirmativo, pues como veremos luego, es susceptible de diferentes resoluciones segun el aspecto bajo el cual se la mira.

Aquel día se reveló por primera vez su carácter tenaz, soberbio, irritable ante la contradicción, hasta el punto de adoptar las más extremas resoluciones. El recuerdo de los golpes recibidos le enfureció como algo que pedía venganza. «¡Abajo la guerraYa que no le era posible protestar de otro modo, abandonaría su país. La lucha iba á ser larga, desastrosa, según los enemigos del Imperio.