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En cuanto a Pepita Jiménez, que imaginaba yo que vendría también en burra con jamugas, pues ignoraba que montase, me sorprendió, apareciendo en un caballo tordo muy vivo y fogoso, vestida de amazona y manejando el caballo con destreza y primor notables.

Pero yo no tengo conquistas que hacer, abuela... ¿Cree usted útil que me ponga el traje número uno?... ... ... ¿Qué sombrero?... El Santos Dumont. No, ese no... Ponte más bien el de la pluma amazona que te sienta maravillosamente sobre tu cabello rubio. ¿Maravillosamente?... Bueno, abuela.

Y tras esta amenaza dió con las espuelas á su caballo y salió al galope, sin volver la cabeza, mientras don Carlos permanecía con el revólver en su diestra. Cerca del río tuvo el gaucho un encuentro más agradable. Vió venir hacia él un grupo de tres jinetes, é hizo alto para reconocerlos. Era la marquesa de Torrebianca, vestida de amazona y escoltada por Canterac y Moreno.

Lubimoff comprendió que resultarían inútiles todas sus preguntas. Su curiosidad, por insinuante que fuese, se estrellaría contra esta reserva. Alicia había desaparecido para siempre... ¡para siempre! Esto le hizo considerarse más triste, más sólo. Experimentó junto á esta amazona del dolor humano una confianza igual á la que había debido sentir la de Delille en los dos últimos días.

Yo pensé en usted, niña linda, y me dije: «¡Cómo le gustaría á mi patroncita oir cantar á esta marquesaLa amazona escuchaba haciendo signos afirmativos, como si su curiosidad se excitase al oir este relato. Para aumentar su admiración, fué Sebastiana enumerando todas las personas que habían estado en la fiesta.

Luego, con una agilidad de muchacha, como si aún fuese la amazona endiablada del Bosque de Bolonia, saltó hacia él con los brazos abiertos. Toma... toma... y toma.

Frente á la antigua casa de Pirovani se situaba un mestizo encargado de la caballeriza del contratista, teniendo de las riendas á una yegua blanca con silla femenil. Llegaba Ricardo á caballo, aparecía en lo alto de la escalinata Elena, vestida de amazona, y en el mismo instante se presentaba en la calle el contratista, como si hubiese estado oculto esperando una oportunidad para mostrarse.

Apareció doña Sol, sosteniendo en una mano la negra amazona y mostrando por debajo de ella las cañas de sus altas botas de cuero gris. Llevaba camisa de hombre con corbata roja, chaquetilla y chaleco de terciopelo violeta, y graciosamente ladeado el sombrero calañés de terciopelo sobre los bucles de su cabellera.

La amazona cerró la puerta, y dentro continuó su perorata interrumpida. No queremos referir las muchas cosas buenas que dijo, mientras el muchacho se apoderaba otra vez del pecho, que tan bruscamente había perdido. Es casi seguro que manifestó deseos de tener delante al bárbaro Elio para clavarle sus tijeras en el corazón. Penetremos ahora en la Fontana. #El club patriótico#.

Clara se prendió su larga falda de amazona y se internó con Tristán por los bosquetes recogiendo florecitas silvestres y charlando de su casa y de sus proyectos. No tardó en seguirles y unirse a ellos el marquesito del Lago. Este pobre chico parecía estar dotado del don de la importunidad, al menos en lo tocante a sus relaciones con los novios.