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Poseo dos de estos arbolillos, de especie análoga, y sin embargo distinta. No hay vegetal que pueda comparárseles. Tiene el uno inmaculada blancura, como el alabastro sin brillo, y en su amorosa riqueza cada rama ostenta capullos, botones, florecitas, y jamás dice: Basta. El otro, no tan blanco pero más tupido, en cada rama encierra un mundo.

En la tierra que había entre ellas, ardiente y feraz, crecían innumerables especies de flores silvestres de formas caprichosas, de aroma penetrante. Reynoso arrancó a puñados el tomillo, lo aspiró con voluptuosidad y se lo guardó en los bolsillos. Rico olor el de la mejorana, ¿verdad, mi señor? dijo una voz a su espalda. No es mejorana, Leandro, es salsero. ¿No ves sus florecitas? Verdad es.

De pronto se abrió la puerta del despacho y entró Paz, vestida con un traje de batista blanca sembrado de florecitas azules, sujeto a la cintura por una ancha cinta de seda y ligeramente entreabierto el escote, sobre el cual llevaba una crucecita de oro, como guarda colocado a la entrada del Paraíso: la falda, corta según costumbre, mostraba a cada movimiento sus bonitos pies, que aún hacían más perfectos a la vista los zapatos de labor delicada y las medias oscuras, que contrastaban con la blancura del traje.

De tres clases y a cual más fina... Pues ¿y estos penachitos de farolillos carmesí?... ¿Cómo me dijo usted el otro día que se llamaban? Brezos. Es verdad, brezos: ¡qué preciosos! Pues ¿y estas otras florecitas azules que estaban a su lado? ¡Cosa más fina y delicada!... Vea usted qué bien componen con todo ello estas margaritas silvestres tan blancas, con el centro dorado... ¡Qué primor de campiña!

El pobre Linneo tenia recogidas unas florecitas y las estaba distribuyendo, cuando pasan por allí Tasso y Milton recitando en alta y sentida voz un soberbio pasaje, y no advierten que lo echan todo á rodar, y que con una pisada destruyen el trabajo de muchas horas.

Ella había pensado a menudo, bien que fuera con una idea de renunciamiento, que un traje de novia para ser perfecto debía ser de algodón blanco, sembrado a largos trechos con florecitas rosadas minúsculas. Así es que cuando la señora Godfrey Cass le quiso dar uno y le pidió que eligiera, Eppie estaba preparada por una reflexión anterior para dar sin hesitación una respuesta decisiva.

Y esas florecitas azules que ponéis en los árboles, ¿qué son? Eso es un pedazo de cielo, prima. Hice una pirueta y exclamé con aire patético: ¡Oh cielos, oh árboles, oh naturaleza!, ¡cuántos crímenes se cometen en vuestro nombre! Mi tío tenía muchos amigos en V *, estaba emparentado con la mayor parte de las familias de la región y tenía mesa puesta para todos.

La Nela calló. Instintivamente se había llevado las manos a la cabeza, enredando entre sus cabellos las florecitas medio ajadas que había cogido antes en la pradera. ¿No respondes?... Es verdad que eres modesta. Si no lo fueras, no serías tan repreciosa como eres. Faltaría la lógica de las bellezas, y eso no puede ser. ¿No respondes?...

Era el lugar de conversación un colgadizo espacioso, de tablilla bruñida el pavimento: la baranda como toda la casa, de madera abierta en tres lados para las tres escalerillas que llevaban al jardín que había al frente de la casa. Estaba el colgadizo siempre en sombra, porque lo vestía de verdor una enredadera copiosísima, esmaltada de trecho en trecho por unos ramos de florecitas rojas.

Clara se prendió su larga falda de amazona y se internó con Tristán por los bosquetes recogiendo florecitas silvestres y charlando de su casa y de sus proyectos. No tardó en seguirles y unirse a ellos el marquesito del Lago. Este pobre chico parecía estar dotado del don de la importunidad, al menos en lo tocante a sus relaciones con los novios.