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No; pero... no está bien. No estaba bien, pero lo toleró. Sus rostros quedaron tan cercanos, que los rizos de Paz le rozaban a él la frente. La crucecita de oro que la niña lucía en el pecho, temblaba con el movimiento de la respiración, y el viento suave, penetrando por entre los listones de las persianas, parecía empeñado en empujar los cabellos de Paz contra la cara de Pepe.

Mas y finalmente, se le cargan, diez libras quince sueldos y seis mrs. por vnos recuerdos de oro de tres anillos y vna crucecita de lo mesmo que pesaron dhas. dos piezas onse millaresses y medio, vendidos en almoneda en 4 de Febrero de 1692 á Raphael Aguilo á razon, de diez y ocho libras de diez y siete sueldos la onza

De pronto se abrió la puerta del despacho y entró Paz, vestida con un traje de batista blanca sembrado de florecitas azules, sujeto a la cintura por una ancha cinta de seda y ligeramente entreabierto el escote, sobre el cual llevaba una crucecita de oro, como guarda colocado a la entrada del Paraíso: la falda, corta según costumbre, mostraba a cada movimiento sus bonitos pies, que aún hacían más perfectos a la vista los zapatos de labor delicada y las medias oscuras, que contrastaban con la blancura del traje.

Tampoco a ella le había parecido mal su brillante uniforme, realzado aún por la resplandeciente crucecita, y cuando se encabritó su caballo, un animal resabiado que el señor de Candore le aconsejaba caritativamente que no montase, el joven había sabido dominarle sin aparente esfuerzo. Se le debía llamar Ragasse dijo la joven al ver al caballo domado obedeciendo dócilmente al jinete.

En cambio, te dirá que en su corazón hay una idolatría constante que la deja llevar con resignación las penas de la tierra: Dios y la Virgen. Te regalará una crucecita, una estampa o una medalla, para que las lleves como una protección contra la desdicha y contra la tentación del pecado. Pero una noche, por incidencia casual, has quedado solo con ella en el comedor.

Sobre su pecho ostenta la crucecita de oro del capítulo. Caen por ambos lados de su gallarda cabeza, sus flotantes cabellos negros, y sobre éstos un velo de encaje menos negro aún que los rizos que orlan su cara, de un blanco mate pálido que resplandece mejor entre aquella oscuridad de colores.

Ya habrá conocido el lector, siendo tan perspicaz como yo le imagino, que mi amigo Braulio está muy lejos de pertenecer a lo que se llama gran mundo y sociedad de buen tono; pero no es tampoco un hombre de la clase inferior, puesto que es un empleado de los de segundo orden, que reúne entre su sueldo y su hacienda cuarenta mil reales de renta; que tiene una cintita atada al ojal, y una crucecita a la sombra de la solapa; que es persona, en fin, cuya clase, familia y comodidades de ninguna manera se oponen a que tuviese una educación más escogida y modales más suaves e insinuantes.

¡Lo que se ha divertido esa niña, Juan! decía el apoderado . ¡Las cabezas que ha vuelto locas en diez años de una punta a otra de Europa! Figúrate que es un libro de geografía con notas secretas al pie de cada hoja. De seguro que no puede mirar el mapa sin hacer una crucecita de recuerdo junto a las capitales grandes... ¡Y el pobre embajador!

Susana, sabedora de lo que ocurría, movida del cariño y conocedora del terreno que pisaba, regaló a una monja que hacía de pasanta una crucecita de plata, rogándole que a cambio del obsequio, llevase a Valeria un regalito, consistente en un huevo de marfil, dentro del cual había un rosario.

Después de todo era acaso un purpurino rayo de sol que jugueteaba entre las ramas... Vuelta en , la joven declaró valientemente que quería continuar el paseo, pero en el momento de montar a caballo vio una cosa que relucía en la hierba pisada. Era la crucecita regalo de la tía Liette.