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Tenía ciega confianza en la bondad de su corazón y en la firmeza de sus afectos; pero al verla tan serena, moviendo entre sus dedos pequeños y sonrosados la aguja de marfil, sin preguntarle nada, sin pedirle que demorase el viaje por algunos días, sin decirle nada, sufría un nuevo y doloroso desengaño.

Este producto extraordinario se usa principalmente en la fabricación de botones. Algunas cantidades de marfil vegetal se emplean para hacer cabos de paraguas, piezas de ajedrez, fichas para juegos de naipes, y otros artículos semejantes que se hacen también de marfil de colmillo de elefante; pero la mayor parte de esta substancia vegetal se dedica, como antes se ha dicho, a la fabricación de botones.

Porque era empeño el que tenía en que nadie advirtiese su decadencia y le diputasen por varón inexpugnable. ¿Eres , Gonzalillo? El mismo, tío. ¡Milagro! A ti te gusta más ver rodar las bolas de marfil que las olas. No; hoy no he jugado al billar. Me encuentro triste, preocupado... y quisiera hablar con usted de un asunto serio, a ver qué me aconseja. Don Melchor le miró con sorpresa.

Adriana, que no había mirado a Julio una sóla vez, declaró a Laura que su casamiento no era un chisme, que se habían ya unido civilmente y que era ésta, por otra parte, la única solución que convenía. Laura se incorporó, la miró con un gesto de sorpresa; una sombra de fastidio pasó sobre su cara adelgazada por la enfermedad y que parecía, más que nunca, tallada en fino marfil.

Adulado me vea yo, que es el mayor desabrimiento que puede probar el que no ha nacido tonto, si no son borbotones del corazón mis palabras, y fálteme aire si no es verdad que el corazón no me cabe en el pecho. ¡Ah, manos de marfíl vivo! exclamó tomando entre las dos suyas una de las hermosas manos de doña Clara ; y qué corona de gloria habéis puesto sobre la frente de mi amigo!

En una de estas calles había visto Febrer el Seminario, casa larga, de blancas paredes, con las ventanas cubiertas de rejas lo mismo que una cárcel. El Capellanet, al recordarla, poníase grave, borrándose de su rostro achocolatado el blanco marfil de la sonrisa. ¡Qué mes había pasado allí!

Pepita imitaba la estratagema inocente de muchas de sus compañeras cuando no querían asistir á las reuniones de las Hijas de María. En el salón del colegio había un gran cuadro con los nombres de las congregantas y al lado de cada uno de ellos, un cordoncito azul con una pequeña bola de marfil.

Su cara parecía de marfil, contorneada con exquisita finura; mas teniendo su tez la suavidad de la de una doncella, era varonil en gran manera, y no había en sus facciones parte alguna ni rasgo que no tuviese aquella perfección soberana con que fue expresado hace miles de años el pensamiento helénico.

Pez y Rosalía, como he dicho, salían a dar vueltas por la terraza. La ninfa de Rubens, carnosa y redonda, y el espiritual San José, de levita y sin vara de azucenas, se sublimaban sobre aquel fondo arquitectónico de piedra blanca que parece tosco marfil.

Las tejas de este pabellon eran de plata y oro alternadas. Ocupaba el centro del mágico recinto un estanque de pórfido, lleno de purísimo azogue, que limitaba una arquería poligonal de ocho arcos de herradura de ébano y marfil, incrustados de oro y piedras preciosas, sobre columnas de mármol pulido y cristal.