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Quien mirase el Casino por su fachada sur, podía ver desde luego el numen que allí recibía culto y sacrificios: la Ninfa de las aguas, inclinando la urna con graciosa actitud, mientras salen a sus pies de entre un cañaveral dos amorcillos, y uno de ellos, alzando una valva, recoge la sacra linfa que de la urna copiosamente fluye.
Hasta final de temporada trabajó en otras dos obras, y por una de ellas experimentó la primera contrariedad de las muchas a que había de estar sujeta. Citáronla para asistir a la lectura, y acabada ésta le entregaron su papel, de poco más de un pliego, en cuya primera hoja estaban manuscritas las siguientes palabras: NINFA EL
Ella, su imagen, ya se me mostraba representando la ciencia, ya la filosofía, ya la caridad, ya cualquiera de las otras virtudes, ya la ninfa pulquérrima y predilecta del cielo, esposa o amante de los dioses inmortales y madre dichosa de los semi-dioses o héroes salvadores.
Vegallana tenía una gran pasión: la de «tragarse leguas», o sea dar paseos de muchos kilómetros. Le aburrían las intrigas de politiquilla. Era cacique honorario; el cacique en funciones, su mano derecha, Mesía. Don Álvaro era al Marqués en política lo que a Paquito en amores, su Mentor, su Ninfa Egeria.
¡La mestiza española...! La que auna la sangre de dos razas, la admiraba de Norte a Sur; la ninfa elaborada por los rayos de plata de la luna; la mujer amorosa cual ninguna, del malayo pensil flor delicada, no volverá a lucir, ni la templada brisa de Oriente arrullará su cuna. No más la languidez de su semblante, ni su busto arrogante, en sus espejos copiarán los ríos;
Feliz ella, no sueña en nada; pero su dulce mirada nos hace soñar á nosotros y, á su vista, nos prometemos ser sinceros y buenos hasta ser su igual, y su virtud nos fortalece contra el mundo odioso del vicio y la calumnia. La leyenda romana nos dice que Numa Pompilio tenía como consejera á la ninfa Egeria.
Apenas acabó de decir esto Sancho, cuando, levantándose en pie la argentada ninfa que junto al espíritu de Merlín venía, quitándose el sutil velo del rostro, le descubrió tal, que a todos pareció mas que demasiadamente hermoso, y, con un desenfado varonil y con una voz no muy adamada, hablando derechamente con Sancho Panza, dijo: ¡Oh malaventurado escudero, alma de cántaro, corazón de alcornoque, de entrañas guijeñas y apedernaladas!
Las flores parecían conocerla, y en un susurro le iban diciendo cuando cerca de ellas pasaba: "Adórnate conmigo, linda niña, adórnate conmigo;" y para darles gusto, Perla cogió violetas, y anémonas, y columbinas, y algunos ramos verdes, y se adornó los cabellos, y se rodeó la cintura, convirtiéndose en una ninfa infantil, en una tierna dríada, ó en algo que armonizaba con el antiguo bosque.
Sacerdotes y flamines del templo de la Ninfa son los mozos del Casino, que a la menor señal, a un movimiento de labios, acuden tácitos y prontos con lo que se desea: cigarros, periódicos, papel, refrescos, hasta las aguas, que traen a escape, en un tanque vuelto boca abajo sobre un plato, a fin de que no pierdan su preciosa temperatura ni sus gases.
A la vista del niño, cualquier viejo tapiz se puebla de seres animados. ¡Con qué sencilla fe contempla sobre los viejos y apolillados lienzos la imagen de Syrinx extendiendo aún los brazos, cuando ya está convertida á medias en grupo de cañas, Procrios echando raíces para convertirse en álamo, ó la ninfa Byblis fundiéndose en llanto, para correr eternamente en forma de fuente!
Palabra del Dia