United States or Japan ? Vote for the TOP Country of the Week !


Sobre este amor determinado, que ya veo con evidencia que Pepita me inspira, se levanta en mi espíritu el amor divino, en consurrección poderosa. Entonces todo se cambia en , y aun me promete la victoria.

Pepita bajó los ojos indecisa y pensativa. No osaba mirar á su novio como si temiera que este leyese en su pensamiento. , mi vida seguía preguntando el ingeniero. ¿Y si se oponen á nuestro amor?... Si nos separan ¿que harás ? La joven eludió la respuesta, diciendo con ternura: Yo te quiero mucho, Fernando. Te amo. Lo , y mi alma se llena de alegría al escucharte.

Al punto se me antojó que Pepita me miraba compasiva, al ver la facha lastimosa que sobre la mula debía yo de tener. Mi primo Currito me miró con sonrisa burlona, y empezó enseguida a embromarme y atormentarme. Aplauda Vd. mi resignación y mi valerosa paciencia. A todo me sometí de buen talante, y pronto, hasta las bromas de Currito acabaron, al notar cuán invulnerable yo era.

Discurrió entonces escribir a Pepita una carta muy afectuosa y discreta, excusándose de ir, justificando su conducta, consolándola, manifestando sus tiernos sentimientos por ella, si bien haciendo ver que la obligación y el cielo eran antes que todo, y procurando dar ánimo a Pepita para que hiciese el mismo sacrificio que él hacía. Cuatro o cinco veces se puso a escribir esta carta.

Pero Pepita, por los clavos de Cristo, no digas eso ni lo pienses. ¡Si D. Luis no te desdeña por zafia, ni porque es muy sabio y no le entiendes, ni por esas majaderías que ahí estás ensartando!

Al bajar Pepita al comedor, enfurruñada y triste por su esfuerzo epistolar, no pudo contener la admiración, viendo á su madre. ¡Pero, mamá! ¡Qué guapa estás! ¡Qué elegante te has puesto!...

Pues si es así, mucho debe de padecer con sus bromas. No lo crea usted. Cuando usted la trate más, ya verá adónde llega su despreocupación. Justamente en aquel momento se acercó a nosotros Pepita, diciendo: ¡A que están ustedes hablando de ! ¡A que ! respondió el comandante riendo.

Cuando edifiqué el hotel, creí que me quedaría meses enteros mirando el mar sin ocuparme de los negocios. Pero por las mañanas voy de un lado á otro, sin saber qué hacer y acabo por mandar que enganchen. Por las tardes es diferente. Paso tranquilo las horas en el jardín, oyendo á Pepita que toca el piano. ¡La vida de familia!... ¡ eres feliz exclamó el médico.

Sobre una antigua mesa de roble, sostenida por columnas salomónicas, se veía un contadorcillo o papelera con embutidos de concha, nácar, marfil y bronce, y muchos cajoncitos, donde guardaba Pepita cuentas y otros documentos. Sobre la misma mesa había dos vasos de porcelana con muchas flores.

, te quiero repetía Pepita. Por no temas, no seas niño, nunca me dirás adiós. Bebé, ¡dulce bebé! exclamaba con entusiasmo el ingeniero. ¡Cuánto te amo! ¡Qué feliz soy!... Y el aña Nicanora, que los seguía á corta distancia, oyendo muchas de sus palabras, sonrió con cierta lástima.