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La vida, por amarga que sea, es muy hermosa y amable; si tiene penas y dolores, tiene también dichas y alegrías, muchas, y yo quiero vivir, vivir para ti, mi Rorró; para ser dichosa si eres dichoso; para amar lo que ames y aborrecer lo que aborrezcas; para padecer si padeces, que en eso cifro mi dicha mayor. ¿No es verdad que no aborreces a nadie? No, estoy segura de ello.

Sin embargo, aunque sus reflexiones le llevaban a considerarla lógicamente un ser lleno de falsía y de crueldad, tenía bien luego la sensación de padecer un error profundo. Le asaltaba el pensamiento de que su rencor era vil. Y entonces la imagen de Adriana, transfigurada, resplandecía para él desde una portentosa lejanía.

Todos ellos sentían sobre sus roses una continua descarga de miradas de odio, que, a pesar de no merecer, recibían con la resignación del que está avezado a padecer injusticias. Pronto dejaron las últimas casas del pueblo y entraron en la carretera, cuyo primer trozo estaba guarnecido de altos álamos. El cielo seguía negro y espeso, envolviendo en tinieblas a la tierra.

¡Oh!, después, sentirse uno absolutamente puro, perteneciente a la sustancia divina; reconocerse uno parte de ella, y todito con aquel gran todo... ¡Qué dicha tan grande! ¡No padecer...! murmuró la prójima inclinando su cabeza sobre el pecho de él . ¡No temer si le hacen a uno esta o la otra perrería...!, no verse en agonías nunca y gozar, gozar, gozar...

A fin de no padecer viendo padecer a otro, hago yo, por ejemplo, un acto de filantropía: le hago para ponerme bien conmigo: soy, pues, egoísta; pero el que hace una obra de caridad, por amor de Dios, para ponerse bien con Dios, de quien toda su dicha depende ¿se muestra acaso menos interesado?

Amigo mío, proporcióneme usted un hombre con quien romperme el alma. ¿Tiene usted <i>spleen</i>? Horroroso. Y yo. Los españoles también solemos padecer esa enfermedad. Es muy raro. En buena ocasión me ha salido usted hoy al encuentro. ¿Por qué? Porque tenía una mala tentación.

Ahora le digo a usted mi verdad: si yo fuera que usted, ya que me habían despreciado, no iba ni a dos tirones. Aunque yo fuese capaz respondió Stein de infringir mi obligación de cristiano, y de profesor, necesitaría tener un corazón de bronce para ver padecer a uno de mis semejantes sin aliviar sus males pudiendo hacerlo.

La que por su lozana robustez había hecho gala de compararse a las mulas, daba en la tontería de padecer lo más contrario a su natural perfectamente equilibrado. ¿Qué era ello?

Miguel, más galante que los gatos, no sólo se dejaba tirar de los pelos con la paciencia de un mártir, pero hasta buscaba con afán las ocasiones del martirio. Con una generosidad de que hay muy pocos ejemplos en la historia, no solamente perdonaba a su hermanita sus feroces caricias, sino también los malos tratos y desabrimientos que por causa de ella estaba obligado a padecer.

Con el seguro refugio de su hija, era ella más libre para ese y otros menesteres de su vida; y mañana, cuando Luz necesitara otro refugio más lejano y por largo tiempo, lo sería más aún. Apunto estas reflexiones, porque son las primeras que la marquesa se hizo en cuanto dejó de padecer con el recelo de que su hija no llegara a aclimatarse a la vida de colegiala.