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17 Y los caldeos quebraron las columnas de bronce que estaban en la Casa del SE

En este zaguán ó patio de apeadero hay un pilón de material para dar agua al ganado de las caballerizas con su caño de bronce por donde recibe el agua sobrante de la pila del patio principal.

Esta luz amarillenta, igual al oxidado fulgor del oro viejo, parecía aumentar la suntuosidad de las salas. Era la arquitectura majestuosa y rica que convence al pueblo y á los ricos improvisados. Las columnas y pilastras, de ónix y de bronce, sostenían un techo magnífico, cortado circularmente por la cristalería de la claraboya.

Después, otra vez el silencio, que parecía más imponente, más profundo, tras los truenos del bronce. Volvía a oírse el susurro de los palomos, y abajo, en el jardín, piaban unos pájaros, como enardecidos por el rayo de sol que reanimaba la verdosa penumbra. Gabriel sentíase conmovido. Se apoderaba de él la dulce embriaguez del silencio, de la calma absoluta: la felicidad del no ser.

Por otra parte, Toribión de Lorío, el de las recias espaldas y de la voz de bronce, que gritaba tanto como veinte hombres juntos, y el bravo Firmo de Rivota celebraron consulta rápidamente en medio de la pelea. Convinieron en que, desembarazados de la gente de Villoria, los de Entralgo, por solos, no tardarían en ceder.

8 Asimismo de Tibhat y de Cun ciudades de Hadad-ezer, tomó David muchísimo bronce, de que Salomón hizo el mar de bronce, las columnas, y vasos de bronce. 9 Y oyendo Toi rey de Hamat, que David había deshecho todo el ejército de Hadad-ezer, rey de Soba,

Una vez me mandó que fuese a desafiar a aquella famosa giganta de Sevilla llamada la Giralda, que es tan valiente y fuerte como hecha de bronce, y, sin mudarse de un lugar, es la más movible y voltaria mujer del mundo. Llegué, vila, y vencíla, y hícela estar queda y a raya, porque en más de una semana no soplaron sino vientos nortes.

El grande hombre, contagiado por el olvido general, tampoco recordaba su invención del abrazo y la hazaña en común. Veía las cosas como quería verlas «la loca de la casa»; se contemplaba elevando la diestra tal vez como le iba á representar en lo futuro una estatua de bronce en el mejor paseo de la ciudad y lanzando el grito famoso.

El inglés quiere moneda; la tendrá, y bien caliente, tanto que, saliendo de nuestros cañones, parecerán más bien lingotes de bronce que buenos escudos de España... ¡Subid las piastras!... ¡las piastras! Esta idea electrizó a la tripulación. El maestro Durand se precipitó hacia el pañol y bien pronto aparecieron tres barriles sobre el puente, unos ciento cincuenta mil francos aproximadamente.

Le veía con la imaginación allá en su país, transfigurado por la majestad del poder y la luz del sol. Su tez cobriza, con los reflejos verdosos de la vegetación tropical, tomaba un tono de bronce artístico.