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Actualizado: 11 de julio de 2025


Luego cesó de oír. Hablaba el confesor, y su voz, ahogada por la rejilla, gangosa y obscura por la costumbre del recato, llegaba hasta Pepita como el balbucear de un pequeñuelo: «

Todas o la mayor parte de las casas de los ricachos lugareños de Andalucía son como dos casas en vez de una, y así era la casa de Pepita. Cada casa tiene su puerta.

El que la sigue al pie de la letra no necesita más para ser un modelo de caballeros católicos y excelentes padres de familia. Lee ese libro, Pepita: busca los capítulos que se titulan «La elección de estado» y «Antes que te cases»... y verás lo que le corresponde hacer á la juventud cristiana para conservar pura su alma y no ofender á Dios.

Después del paseo, sobre la fresca yerba y en el más lindo sitio junto al arroyo, nos sirvieron los criados de mi padre una rústica y abundante merienda. La conversación fue muy animada, y Pepita mostró mucho ingenio y discreción.

Y en resolución, todas las opiniones humanas. El error es de aquellos que piden que una opinión humana posea verdad absoluta. Basta que sea verdad en parte, que encierre un polvillo o una pepita de verdad.

D. Luis había pasado solo toda la mañana, entregado a sus melancólicos pensamientos y más firme que roca en su resolución de borrar de su alma la imagen de Pepita y de consagrarse a Dios por completo. No se crea, con todo, que no amaba a la joven viuda.

»Y yo no creo, Pepita, que haya un tormento mayor que éste. Nos pueden robar nuestra hacienda, nos pueden robar la capa y el gabán, ¡pero robarnos nuestro espíritu! ¿Comprendes , Pepita, que haya una cosa más terrible que ésta? »Ahora son las dos; todo está en silencio.

Había, por último, en el porte y continente de D. Luis aquel indescriptible sello de distinción y de hidalguía que parece, aunque no lo sea siempre, privativa calidad y exclusivo privilegio de las familias aristocráticas. Al ver a D. Luis, era menester confesar que Pepita Jiménez sabía de estética por instinto.

Grande ha sido nuestra satisfacción al saber que estaba Vd. aliviada. ¿Y ahora, se encuentra Vd. mejor? Casi estoy por decir a Vd. que no me encuentro mejor replicó Pepita ; pero como veo que viene Vd. de embajador de su padre, y no quiero afligir a un amigo tan excelente, justo será que diga a Vd., y que Vd. repita a su padre, que siento bastante alivio. Singular es que haya venido Vd. solo.

Aquí se irguió Sanabre con el orgullo del hombre que sabe es preferido. A ese no le tenía miedo. Estaba seguro de que inspiraba á Pepita una aversión irresistible: bastaba ver con qué despego le trataba. Aquellas niñas criadas junto á las faldas de sus madres, conocían todo lo que pasaba en la villa.

Palabra del Dia

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