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Actualizado: 11 de noviembre de 2025
Pepita ha dejado el luto, y está ahora más galana y vistosa, con trajes ligeros y casi de verano, aunque siempre muy modestos. Tengo la esperanza de que lo más que mi padre me retendrá ya por aquí será todo este mes.
Pepita parecía arrepentida de la viveza de su protesta, pero callaba, aguardando á que fuese él quien reanudase la conversación. Tal vez quiera tu madre que Fermín Urquiola sea tu marido dijo el ingeniero tristemente. La joven aprovechó la ocasión para recobrar su voz tierna de enamorada. Con ese, nunca, ¡nunca!
Además que, si bien es temerario buscar el peligro, es cobardía no saber arrostrarle y huir de él cuando se presenta. No lo dude Vd.: yo veo en Pepita Jiménez una hermosa criatura de Dios, y por Dios la amo, como a hermana. Si alguna predilección siento por ella es por las alabanzas que de ella oigo a mi padre, al señor vicario y a casi todos los de este lugar.
El consejero vigilaba al joven por medio de sus numerosos devotos que le seguían cautelosamente por la noche hasta la casa azul. ¡Qué escándalo! exclamaba doña Bernarda. ¡De noche también! ¡Acabará por traerla a esta casa! ¿Pero es que esa boba de doña Pepita no ve nada de esto?
Y hablaba con entusiasmo de Aresti, de la bondad con que seguía sus amores. Sí, mi tío es muy bueno dijo Pepita hablando del doctor como de un pariente lejano, del que sólo se acordaba la familia de tarde en tarde. ¡Lástima que tenga esas ideas! Es un planeta muy simpático, pero mamá cree que está loco. Lo incierto de su porvenir, llevó de nuevo á los dos jóvenes á hablar de sus amores.
Pepita seguía, con una expresión de lástima en los ojos, el tocado rápido de su madre, que se peinaba á ciegas sin el menor rasgo de coquetería. Mamá, ponte la capota negra; es muy bonita y te sienta bien. Doña Cristina movió la cabeza. No, hija, nada de sombreros. Eso pasó. Cada cosa á su edad. Ya soy vieja y no está bien que quiera lucirme en unas reuniones que son para bien de la religión.
En la primera nueva expedición que hagamos le dije , he de ir en el caballo más fogoso de mi padre, y no en la mulita de paso en que voy ahora. Mucho me alegraré replicó Pepita con una sonrisa de indecible suavidad.
Pepita, sin duda, amó a su madre primero, y luego las circunstancias la llevaron a amar a D. Gumersindo por deber, como al compañero de su vida; y luego, sin duda, se extinguió en ella toda pasión que pudiera inspirar ningún objeto terreno, y amó a Dios, y amó las cosas todas por amor de Dios, y se encontró quizás en una situación de espíritu apacible y hasta envidiable, en la cual, si tal vez hubiese algo que censurar, sería un egoísmo del que ella misma no se da cuenta.
Pepita continuó con mayor exaltación: ¡Pero qué diferencia entre los encomios de usted y mis pensamientos!
Todo esto se cifra en llegar al término de la carrera que he emprendido. Por este lado, se me antoja a veces que soy más censurable que Pepita, aun suponiéndola merecedora de censura.
Palabra del Dia
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