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Se sintió aliviada... libre de aquel espantoso hervor de su cerebro. Su mamá le limpiaba el sudor de su frente, llamándola con palabras cariñosas. Había sentido Rosalía sus quejidos, síntoma indudable de la pesadilla, y saltó de la cama para correr en su socorro. Eran las doce. Hízole después una taza de , y ayudada de Prudencia le mudó las sábanas.

Después de los primeros desahogos, sintiose Juana más aliviada al contestar a las preguntas reiteradas de su madre, refiriéndole lo que sabía sobre las circunstancias del desafío, los incidentes del baile, la escena entre ella y su marido y hasta su visita precipitada a casa de Jacobo.

Parecia estar en esta época sumamente aliviada Doña Juana, no tratando mas que de complacer á su esposo en todo, y dejándole gobernar el reino á su gusto. Pero ¡cuán poco le duró esta felicidad! Asi que se concluyeron las Córtes de Valladolid, determinaron recorrer las principales capitales de España para darse á conocer, porque asi lo exigian de todas partes.

Me lisonjeaba la idea de que iban a cesar en aquella casa dificultades y miserias. Tal vez, en lo futuro, gozaríamos de vida más tranquila; y, a decir verdad, me halagaba ser el jefe de la casa. Con más dinero la enferma sería mejor atendida, la veríamos aliviada, y acaso recobraría la salud. A nadie comuniqué mis proyectos. Procuré, no sin esfuerzo, que me vieran alegre y contento.

Tres veces, desde las diez de la noche al amanecer, ha entrado su padre en el dormitorio y siempre la ha encontrado descansando. La señora Braun, que la velaba, ha asegurado que en toda la noche no se despertó más que dos veces, y después de tomar un calmante, dando muestras de sentirse muy aliviada, había vuelto a dormirse.

Mi tío poníase achacoso... los catarros comenzaban a minar su naturaleza; y Blanca, una vez aliviada de sus incomodidades maternales, quería indemnizarse de su ausencia de la sociedad y exigía que su pobre marido expusiese sus constipados a las corrientes de aire de los teatros y a las salidas de los bailes. Era necesario obedecer; aquella mujer no daba tregua.

Volvió a caer sentado en la mecedora, y aliviada su angustia con la laxitud del ánimo, que ya no luchaba con la impotencia de la voluntad, recobró parte de su vigor el sentimiento, y el dolor de la traición le pinchó por la vez primera con fuerza bastante para arrancarle lágrimas. Lloró como un anciano, y pensó en que ya lo era. Jamás se le había ocurrido tal idea.

Mientras se encontraba junto a usted, ante el homenaje que usted le rendía, al descubrir el amor que usted le profesaba, se sentía aliviada de su larga opresión y pensaba por virtud de su nuevo gozo olvidar el dolor; pero más tarde, en la noche, reflexionando a solas sobre su condición, reconocía que no podría corresponder a la pasión de usted, que tenía que renunciar a la felicidad tan esperada, y que, si su antiguo dolor se desvanecía, esto no era obra del gozo, sino muy al contrario la de un dolor más grande.

No muy bien... contestó Ignacio, nublado más que de costumbre el ceño . Padece mucho.... Cuando la dejé estaba, sin embargo, más aliviada. Con su vuelta de usted se pone buena del todo.

No poco turbado por la negativa y por el aspecto imponente de la hermana, le dije para entablar conversación: ¿La madre Florentina sigue bien? La hermana Florentina ha dejado de ser superiora hace algunos días. Está algo más aliviada, , señor me respondió mirándome ya con un poco de curiosidad, pero sin abandonar un punto su aire protector, que, dicho sea de paso, no le sentaba mal.