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Réstame ahora dar a usted una individual noticia del gobierno eclesiástico y culto divino de estos pueblos; pues, siendo mi ánimo el presentar al examen y consideración de usted la idea que me ha ocurrido de mejorar el gobierno temporal de esta provincia, será preciso mudar en parte el que se observa en la eclesiástico, así para conformarlo con el temporal, como para que se logren y tengan efecto las piadosas intenciones de Su Majestad y prelados eclesiásticos, y que estos naturales logren la asistencia, doctrina y sufragios necesarios a la salvación de sus almas.

Se hallaba ante el cadáver de aquel desconocido que había saltado una mañana las tapias de su huerto, y a quien ella, sin darle tiempo a que desplegase los labios, habló largamente sobre el divino y verdadero amor, con palabras dictadas, sin duda, por el cielo.

Mi vida, hasta en medio de su vileza y de su insignificancia, tiene un objeto y concurre al orden natural de las cosas y al término y al desenlace de todas ellas prescritos en el plan divino.

Porque el divino ingenio al levantado Valor de aquestos tres que el coche encierra, No hay impedirle monte, ni collado. Pasan volando la empinada sierra, Las nubes tocan, llegan casi al cielo, Y alegres pisan la famosa tierra. Con este mismo honroso y grave zelo, BARTOLOME DE MOLA, y GABRIEL LASO Llegaron á tocar del monte el suelo.

«Pues bien decía Glocester allí no se habla por hablar, ni lo primero que viene a la boca; allí no basta abrasarse en fuego divino; es necesario algo más, so pena de ofender la ilustración de aquellos señores. Se habla a jurisconsultos, a hombres de ciencia, señor mío, y hay que tentarse la ropa antes de subir a la cátedra sagrada.

Raúl, el encantador que había provocado ese milagro, experimentaba la orgullosa alegría de Pigmalión ante su estatua animada del soplo divino. Al volver al pueblo a la luz de la luna, la viuda, sentada enfrente del notario mientras el cura dormitaba a su lado, no pudo contener la exuberancia de su júbilo. Una hermosa velada, señor Hardoin, y como quisiera que tuviese muchas mi pobre Liette.

Pero, ¿qué es de ese bribón que la cruel suerte le deparó como esposo? El Juicio Divino lo ha juzgado fue su contestación casi mecánica. ¡Qué! balbucí lleno de ansiedad. ¿Ha muerto?

Cumplió el mandato escrupulosamente, consagrándose a él de modo que durante algunos días vivió embargado por su hermosa tarea; no salió de sus manos una sola moneda sin que supiera que realmente la necesitaba quien la recibía; se gozó en remediar las pesadumbres, y lo hizo con tal dulzura, desplegando tanta bondad, prodigando con tan divino arte los consuelos, que duplicó el socorro, añadiendo al oro de la duquesa esa otra limosna que sólo se da con el espíritu; quien la recibía de sus manos, quedaba obligado sin humillación y agradecido sin bajeza.

Pocos escritos me han encantado más, como divino ensueño poético, que las últimas áureas páginas del libro de Baltasar Castiglione, titulado El Cortesano.

Esa languidez, ese quebranto de la voluntad, esa ternura enfermiza, nada tienen que hacer con la caridad, con la devoción y con el amor divino. Aquello es atributo de menos que mujeres: éstas son pasiones, si pasiones pueden llamarse, de más que hombres, de ángeles.