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Acoja V. con benignidad estas obrillas ligeras, sobre las cuales nada más se me ocurre que decir, pues las escribí sin intención de enseñar y sólo con el fin de pasar el tiempo y de ver si lograba divertirme yo y divertir también a quien me leyese. Lo primero lo he conseguido. ¿Por qué no confesarlo? Como me quiero bien, me río a mismo las gracias.

Teníamos una asistenta vieja para aviar las habitaciones, porque la duquesa, sabiendo lo enamoriscado que era mi padre, no consintió que tomase criada, no fuese a perder la chaveta y hacerme a perder la inocencia. La señora cuidaba de como una madre. Me llevaba con frecuencia a comer con ella, y me daba libros a que se los leyese. También me enseñó algo de francés.

Y así, con licencia de vuestra merced, me recogeré ahora un poco para hacer alguna de ellas, y en acabando de comer oiremos la premática." ¡Oh vida miserable! Pues ninguna lo es más que la de los locos que ganan de comer con los que lo son. Recogióse un rato a estudiar herejías y necedades para los ciegos. Entre tanto se hizo hora de comer; comimos, y luego pidióme se leyese la premática.

Yo le supliqué que lo dejase, poniéndole por delante que si los niños olían poeta no quedaría troncho que no se viniese por sus pies tras nosotros, por estar declarados por locos en una premática que había salido contra ellos, de uno que lo fue y se recogió a buen vivir. Pidióme que se la leyese si la tenía, muy congojado. Prometí de hacerlo en la posada.

»Interrumpiéndome, me dio a besar su mano abrasadora y luego me suplicó que le leyese algunas páginas de Pablo y Virginia. »Precisamente fui a abrir el libro por el pasaje donde se describe la despedida de los dos niños. Mientras leía costábame gran trabajo el reprimir los sollozos que me ahogaban. »De vez en cuando entraba el doctor a ver a su hija y en seguida se marchaba, con aire preocupado.

Pepita bajó los ojos indecisa y pensativa. No osaba mirar á su novio como si temiera que este leyese en su pensamiento. , mi vida seguía preguntando el ingeniero. ¿Y si se oponen á nuestro amor?... Si nos separan ¿que harás ? La joven eludió la respuesta, diciendo con ternura: Yo te quiero mucho, Fernando. Te amo. Lo , y mi alma se llena de alegría al escucharte.

Discurriendo medios de entretenerse, Baltasar trajo a Amparo alguna novela para que se la leyese en voz alta; pero era tan fácil en llorar la pitillera así que los héroes se morían de amor o de otra enfermedad por el estilo, que convencido el mancebo de que se ponía tonta, suprimió los libros.

Yo le supliqué que lo dejase, poniéndole por delante que si los niños olían poeta no quedaría troncho que no se viniese por sus pies tras nosotros, por estar declarados por locos en una premática que había salido contra ellos, de uno que lo fue y se recogió a buen vivir. Pidióme que la leyese si la tenía, muy congojado. Prometí de hacerlo en la posada.

Esto es la Odisea. dijo simulando un pequeño bostezo . Ya había leído eso en Bitaubé. Era un libro con un cuchillo y un casco en la cubierta. Siendo así, le extrañaría a usted mucho si le leyese a Homero en Homero; seguramente no le reconocería. ¡Muchas gracias! no me gustan las historias de batallas. No las hay en la Odisea.

Si al salir de casa encontraba usted un sereno con un ojo borrado, los cristales de un café hechos trizas, las puertas de una taberna fuera de quicio, cambiados los letreros de las tiendas de una calle, de modo que sobre una botica se leyese, por ejemplo: Quincalla y clavazón, y sobre una ferretería Almacén de comestibles; si con algo de esto, ó con todo ello junto, ó con mucho más, se encontraba usted, repito, al salir de su casa, y preguntaba por los autores de las fechorías,