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Tuve, no obstante, prudencia para contenerme y limitarme por entonces a demandarle una tarjeta expresiva para el capellán del colegio del Corazón de María. ¿Don Sabino Guerra?... Hombre, , le conozco. Fue sacristán algunos años en el Sagrario. Sacó de un escritorio de roble tallado una tarjeta y se puso a escribir sobre ella.

La poetisa se hallaba en un paroxismo de furor secreto. ¿Cómo podía yo decidirme por una solución contraria á las ideas de Cantarranas, cuando éste era mi Mecenas, ó, para valerme de una de sus más queridas figuras, corpulento roble que daba sombra á este modesto hisopo de los campos literarios?

Un húmedo soplo, que de vez en cuando movía las hojas de los árboles y parecía subir de las profundidades del bosque iba murmurando en sus mismos oídos: «¡No será para ti!...» De pronto, la presencia de un roble joven y robusto, que elevaba a los cielos su tronco recto y liso, le recordaba a su hijo Simón y le hacía avergonzarse de su vuelta al egoísmo.

Empleáronse en esta obra digna de romanos mucho tiempo, mucha gente, muchísimo dinero; mas se ejecutó con felicidad, y la muchedumbre atónita vió llegar lentamente por un plano inclinado, espresamente construido, hasta el lugar destinado en el atrio de la mezquita, las dos enormes pilas, una tras otra, en fuertes carras de roble hechas al intento, y tiradas cada una por setenta robustos bueyes.

El escritorio del muerto era un pesado mueble anticuado, de roble tallado, y al abrir ella el primer cajón y sacar lo que contenía, acerqué dos sillas y me puse a ayudarle, con el fin de hacer un examen metódico y completo. Los papeles eran, en su mayoría, cartas de amigos y correspondencia con abogados y comisionistas de la City, que le hablaban sobre sus diferentes inversiones de dinero.

¡Oh! qué hermosos paseos por el campo de adornos cambiantes, pero tan bello bajo su manto de nieve como con su traje de esmeralda, donde ella le revela el Creador en la creación, la eterna potencia en la eterna bondad, la majestad divina en la inmensidad de los cielos como en el más pequeño agujerillo, en el roble gigante como en la hierbecilla, en el buey de paso pesado que hiende lentamente el surco como en la mariposa de ligero vuelo que se pierde en el espacio...

Me pareció leer, en el fondo de mis ojos, mi destino. Les pedí una expresión de esperanza, y sólo vi negrura. Ahora he perdido hasta la dulzura de la resignación". "19 de julio. "Me ha visto otro médico. Estuvo examinándome durante una hora. Creo que se sorprendió, como el doctor Castro Fernández, de no encontrar vestigios de tuberculosis. Dice que tengo pulmones de roble. ¡Qué exageración!

Entrando, a la derecha, aparecen ocho cuadros sembrados de legumbres y cercados por árboles frutales y hierba forrajera; de un cuadro a otro hay un paseo sembrado de arena; al extremo de estos paseos, algunos troncos de parra que sustentan un verde artesonado de pámpanos sombreando un banco de roble.

A un lado estaba la librería: un armario de roble con los cristales siempre cerrados, viéndose al través de ellos las imponentes filas de volúmenes, respetables por su tamaño y su brillantez.

Hete dicho esto, porque de la primera encina o roble que se me depare pienso desgajar otro tronco tal y tan bueno como aquél, que me imagino y pienso hacer con él tales hazañas, que te tengas por bien afortunado de haber merecido venir a vellas y a ser testigo de cosas que apenas podrán ser creídas.