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Actualizado: 9 de octubre de 2025


Así mismo me enseñó mi padre y seis días de la semana tenía que aguantarme en esa posición lo menos una hora por día, sosteniendo á brazo tendido el pesado bastón herrado de mi padre, hasta que el brazo me parecía de plomo. ¡Hola, bribonzuelos! ¿cuánto os falta todavía? Hasta que el sol salga por encima de aquel roble más alto y nos haga cerrar los ojos, contestó el mayor.

No poco gustaba ella de sentarse en algún poyo rústico o de pararse a meditar al pie de corpulento roble, cuyo añoso tronco estaba revestido de trepadera yedra y de madreselva olorosa. Pero todo esto era para después y como recurso y consuelo.

Pero probados ya el tiro al blanco y el de distancia, voy á demostraros á mi vez cómo el arco gana á la ballesta en fuerza de penetración. ¿Véis aquel escudo, en la altura? Es de roble recubierto de cuero. Clavad en él vuestro dardo lo más profundamente que podáis. Allá va, dijo el ballestero, á quien imitó Simón después de ensebar con cuidado la punta de su flecha.

Varios de estos perros malditos habían ido por leña a un bosque del contorno. Uno de ellos, al regresar, tuvo que descargar su vientre, y habiendo hecho una cruz de dos astillas de roble, la clavó bien derecha en la inmundicia, y dejola. Yo fui el primer cristiano, sin duda, que atinó a pasar por aquel sitio.

En la chimenea, y sobre graciosos caballetes de ébano y roble, había varios retratos, entre ellos el de Isidora, obra admirable por la perfección de la fotografía y la belleza de la figura. Parecía una duquesa, y ella misma admiraba allí, en ratos de soledad, su continente noble, su hermosura melancólica, su mirada serena, su grave y natural postura.

Arrojó su capa empapada por la lluvia sobre uno de los grandes cofres de roble en que estaban sepultados los tesoros de la ropa maternal. Después entró en la sala, estaba desierta. Los viejos son muy capaces de estar durmiendo la siesta murmuró; creo que hoy será prudente dejarlos dormir.

Penetraron en una habitación contigua, enteramente llena de libros, donde tres estantes de roble nuevos y vacíos ocupaban otras tantas paredes, mostrando sus enormes huecos de madera limpia, recién labrada e impregnada del olor al barniz.

Sólo con enumerar las múltiples bellezas que me mostró se llenaría un volumen; y cuando creí que había terminado mi visita, me anunció con cierta satisfacción: Te falta ver lo principal: el tesoro. Ante una puerta de roble con remaches de hierro, que al principio creí daría acceso a la escalera de la torre, un canónigo nos esperaba rezando su oficio.

Las sillas eran de roble viejo, las cortinas de terciopelo viejo también, la alfombra más vieja todavía, la mesa de escribir un verdadero prodigio de vejez. Miguel sólo dos veces en su vida había visto este aposento sagrado y augusto para la familia.

Su experiencia, como las gotas de rocío que la aurora vierte en los cálices de las flores con su ánfora de nácar, se evaporó cuando el sol de su amor llegó al meridiano... Y esperaba todavía que el alma de su novio respondiera a su rostro y fuera grande como la encina, fuerte como el roble o gloriosa como el laurel... Sin embargo, aun no se atrevía a descubrirla cara a cara...

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