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Actualizado: 9 de julio de 2025
Maximiliano veía desde la ventana de su tercer piso a los alumnos de Estado Mayor, cuando la Escuela estaba en el 40 antiguo de la calle de Serrano; y no hay idea de la admiración que le causaban aquellos jóvenes, ni del arrobamiento que le producía la franja azul en el pantalón, el ros, la levita con las hojas de roble bordadas en el cuello, y la espada... ¡tan chicos algunos y ya con espada!
El rey ofreció dar tres sacos llenos de pesos a quien le quitara de encima al palacio aquel arbolón; pero allí se estaba el roble, echando ramas y raíces, y el rey tuvo que conformarse con encender luces de día. Y eso no era todo. Por aquel país, hasta de las piedras del camino salían los manantiales; pero en el palacio no había agua.
A Francisco se le ocurrió que él había sido siempre un gran tirador; se consagró a la caza y perseguía corzos, jabalíes, y hasta con el oso, las pocas veces que se le presentaba, se atrevía. Una tarde de invierno vio Paula llegar a la aldea cuatro hombres que conducían a hombros el cuerpo destrozado de su marido en unas angarillas improvisadas con ramas de roble.
Una sola estancia rectangular con piso de madera, manchado de harina, lleno de agujeros y rendijas, por las cuales se veía a las ruedas revolver furiosamente con sus brazos de roble el haz del agua.
Figuras obscuras y espectrales pasaban sin hacer ruido por junto de nosotros y parecían desaparecer era la obscuridad; la puerta del refectorio estaba abierta, y a la luz opaca que proyectaban dos o tres lámparas, pude distinguir magníficas esculturas, espléndidas pinturas al fresco y las dos largas filas de bancos de roble, ennegrecidos por el tiempo, en que se sientan a comer los hermanos capuchinos.
Todo tiene en la naturaleza su punto culminante, su nota dominadora, su faz grave y severa: la selva, el roble centenario; el océano, la ola inmensa de cresta arrebolada; el desierto, el león hirsuto y arrogante; y la sociedad, el genio. ¡Y genio fue José Martí! Murió a los 42 años y es asombrosa su labor política y literaria.
Las enormes puertas de roble y hierro estaban abiertas de par en par, indicando que el príncipe daba audiencia en aquel momento; y una veintena de arqueros apostados frente al edificio mantenía las turbas á debida distancia, no sin distribuir de cuando en cuando cintarazos sendos entre los curiosos más osados.
No pequeña parte del castillo estaba muy cómoda, elegante y hasta ricamente amueblada aún, gracias al esmero cuidadoso de la Condesa viuda. Tapices flamencos cubrían las paredes de dos amplios salones. Los antiguos muebles se hallaban en perfecto estado de conservación. En las alcobas había camas de roble primorosamente esculpido y con colgaduras de damasco.
Creyendo ver en Maltrana el mismo gesto de duda de los empleados del buque, se apresuró a añadir: Yo he sido un roble, don Isidro. Reumatismos nada más, según decía el médico de mi pueblo, por haber dormido al raso en el campo muchas noches. Pero fuera de esto... nada. Lo juro por mi nombre: Pachín Muiños.
Y sucedió que de repente, en una noche de mucho calor, salió de la tierra, delante de las seis ventanas, un roble enorme con ramas tan gruesas y tanto follaje que dejó a oscuras el palacio del rey. Era un árbol encantado, y no había hacha que pudiera echarlo a tierra, porque se le mellaba el filo en lo duro del tronco, y por cada rama que le cortaban salían dos.
Palabra del Dia
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