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Salomé profesaba mucho cariño á aquella prenda, porque le parecía que al ceñirla á su muñeca llevaba consigo un amuleto de perpetua juventud. Se te va á caer le dijo su tía, viendo cómo se balanceaba la prenda sobre el antepecho del balcón. No se cae dijo Salomé, que gustaba mucho de lucir en las grandes solemnidades aquel mueble hereditario, y creía que desde la calle hacía un efecto magnífico.

Los mozos, sudando, hipando, echando ternos y cuaternos, avanzaban, encorvados, y el mueble, negro y lustroso, parecía un animal extraño, de muchas patas; misia Casilda se apartó, y cuando la procesión hubo pasado y el piano, dando encontrones, bajaba bufando la escalera, vió delante de a una niña de trenzas rubias, que la miraba, pasmada de sorpresa.

Voy a escribir al Magistral; le diré que me espere mañana de tarde; necesito reconciliar; yo no puedo recibir la comunión así; se lo contaré todo, todo, lo de dentro, lo de más adentro también». El despacho estaba a obscuras; allí no entraba la luna. Ana avanzó tentando las paredes. A cada paso tropezaba con un mueble.

Este señor está de buen año dijo con la sinceridad de la barbarie uno de los camilleros. Al sacar a don José del comedor, hubo necesidad de detenerse un momento para apartar un mueble que estorbaba el paso, dejando, entre tanto, que la butaca descansara en el suelo.

Fulminando ira de sus ojos, Gracián gritó: ¡Canallas!... ¡Masones! y alzando el mueble apuntó a la cabeza del capitán de la vil tropa.... Pero en mitad de su movimiento fue herido en el costado con golpe certero, instantáneo. Vaciló en el aire el facistol. El mueble y el cuerpo enorme del clérigo cayeron de un golpe. Estremeciose el piso.

No, no eres un niño; a ti no te duele que tu madre se consuma de impaciencia, se muera de incertidumbre.... La madre es un mueble que sirve para cuidar de la hacienda, como un perro; tu madre te da su sangre, se arranca los ojos por ti, se condena por ti... pero no eres un niño, y das tu sangre, y los ojos y la salvación... por una mujerota.... ¡Madre! ¡Por una mala mujer! ¡Señora!

Diez y nueve antes que ella habían renunciado á tan alto honor. Este heredero de un gran nombre histórico le enseñaba las fotografías de los diversos palacios de su familia, hermosos y venerables edificios, en los que no quedaba ni un cuadro ni un mueble, pues todo lo habían vendido sus antecesores.

La mamá de la señorita, con dulce melancolía, la recoge y la guarda en un mueble tradicional. La señorita no hace caso de su muñeca: le parece un objeto antediluviano, pues aunque el tiempo pasado es poco, la trasformación es tanta que todo lo de ayer ha adquirido carácter remoto. Ya vendrá un día en que vuelva sus ojos, acaso tristes, acaso llorosos, a la muñeca que alborozó sus horas infantiles.

La excelentísima señora doña Rufina de Robledo, marquesa de Vegallana, se levantaba a las doce, almorzaba, y hasta la hora de comer leía novelas o hacía crochet, sentada o echada en algún mueble del gabinete. La gran chimenea tenía lumbre desde Octubre hasta Mayo. De noche iba al teatro doña Rufina siempre que había función, aunque nevase o cayeran rayos; para eso tenía carruajes.

Rosalía la oía desde su taller, sin distinguir más palabras que administrador y papel del Estado... consolidado... revolución... generales Canarias... Montpensier... Dios nos asista... Hablaban de negocios altos y de política baja. De repente la dama oyó violentísimo estrépito, como de un mueble que viene a tierra y de loza que se rompe.