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Pero dame acá la mano y atiéntame con el dedo, y mira bien cuántos dientes y muelas me faltan deste lado derecho de la quijada alta, que allí siento el dolor. Metió Sancho los dedos, y, estándole tentando, le dijo: ¿Cuántas muelas solía vuestra merced tener en esta parte? -Cuatro -respondió don Quijote-, fuera de la cordal, todas enteras y muy sanas.

Dio vuelta a un patio grande, por galería de emplomados cristales, de suelo desigual, a causa de los hundimientos y desniveles de la vieja fábrica, y al fin llegó a una puerta de cuarterones, despintada; llamó... Era su casa, la casa de su señora, la cual, en persona, tentando las paredes, salió al ruido de la campanilla, o más bien afónico cencerreo, y abrió, no sin la precaución de preguntar por la mirilla, cuadrada, defendida por una cruz de hierro.

Para no hacer ruido y para no dar qué decir, D. Joaquín pretendió con mucho disimulo, tentando antes el vado, que Rafaela fuese presentada a la emperatriz; pero la augusta señora no quiso recibirla, ya pensando en la vida que se decía que Rafaela había hecho en España y en Lisboa, ya recordando que en el gran teatro de Río la habían silbado cuando ella bailaba el vito o cantaba canciones del maestro Iradier, muy celebradas entonces.

Veían estos hombres la poca o ninguna seguridad de sus vidas si se mantenían en este Reino donde no solo les acusaba la virtud agena, y los hacía temblar la vara del Santo Oficio que miraban sobre toda ojos de celo y de vigilancia; pero les tenía en contínuos sustos la formidable reprensión de su mala conciencia, y por no querer dar en el verdadero y solo seguro camino de la virtud y la fe, iban tentando y tropezando en todos los precipitados caminos de su ruína.

Era un buque viejo y lo habían asegurado por el cuádruplo de su valor. El capitán estaba asociado con el propietario, que había hecho quiebra varias veces... Y precisamente porque era irracional este viaje, Ulises se apresuró á embarcarse. La prudencia era para él una vulgaridad. Todo lo absurdo suponía obstáculos y peligros, tentando de un modo irresistible su atrevimiento.

El descontento de la nación vencida tuvo sus intercadencias según y como que la política de la Corte los halagaba o los oprimía; pero siempre es cierto que mal avenidos con la religión que habían abrazado a la fuerza, sentidos con las fardas y gabelas con que eran pechados, ofendidos de las ordenanzas que les pregonaban, y rabiosos con la altivez de los vencedores, no esperaban sino ocasión adecuada para revolverse, tentando para ello los vecinos reinos de Africa, y el nuevo y formidable poder que desde Constantinopla amenazaba a toda la cristiandad.

Entraron otra vez en la sala y, tentando el suelo, tropezaron con el tarro de la ginebra, que no estaba agotado por completo. Dieron con las copas y se escanciaron todo lo que había. Acto continuo salieron a la calle. El pavimento de gruesos guijarros estaba mojado. Caía una lluvia menudísima, tan espesa que en poco tiempo calaba la ropa como el más fuerte aguacero.

Al ver cómo le gustaba la gente cruda, estuve tentando a darle cuenta de mi hazaña; pero me detuve, considerando que podía traslucir el miedo que ahora sentía. Porque demasiado a menudo volvía la cabeza, explorando de un lado y de otro de la calle. Siempre veía aparecer al terrible Juan Ruiz ¡con la horrenda lengua de vaca! También me distraía, a lo mejor, no diciendo cosa con cosa.

Y Llegandoše los Pharišeos y los Sadduceos, tentando, pedianle que les moštrašše šeñal del cielo. Mas el rešpondiendo, dixoles, Quando es la tarde del dia, dezis, Sereno: porque el cielo tiene arreboles. Y

Soltando una risilla insolente, se precipitó por la escalera abajo. ¿Qué demonios pasaba en aquel cerebro?... Entró por la puerta pequeña que comunica el patio con el largo pasillo interior del edificio, y una vez allí pasó sin obstáculo al vestíbulo, tentando la pared porque la oscuridad era completa.