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¡Que barbarie! exclamó Martín . ¿Se ha de estar siempre hecho un esclavo, sembrando patatas o cuidando cerdos? Prefiero la guerra. ¿Y por qué prefieres la guerra? Para robar. No hables, Capistun, que eres comerciante. ¿Y qué? Que y yo robamos con el libro de cuentas. Entre robar en el camino, o robar con el libro de cuentas, prefiero a los que roban en el camino.

Así los pueblos, salidos apenas de su barbarie primitiva, encontraban una afirmación definitiva para cuanto los chocaba, y diputaban por buena la primera explicación que respondiera lo mejor posible á la inteligencia y á las costumbres de aquel grupo humano.

La poligamia, destructora de todo órden doméstico y público, que produce la opresion de un sexo y la mutilacion del otro , que hace que el matrimonio no sea un vínculo, ni la familia una sociedad, introduce costumbres totalmente contrarias á la naturaleza del hombre social; estas á su vez originan hábitos opuestos á la naturaleza del hombre físico; y de este modo se verifica que una religion que prohija como inocentes las inclinaciones naturales corrompidas, condena á perpetua barbarie al pueblo que la observa.

Contra ellos se levantan los persas y los pueblos guerreros del Cáucaso, las gentes de Georgia, de Circasia y de Armenia, y más al Norte, otro pueblo belicoso recién salido de la barbarie, que vive en las regiones boreales, límites entre Asia y Europa, y que después de vencer y de humillar la Horda de oro penetra en Asia anhelando predominios y conquistas.

Escribía torpemente y con una ortografía de la más espontánea barbarie. ¡Oh, mis planas! ¡Cuánto me costaba hacerlas y qué mal me salían! Mi tía Medea no se había preocupado de hacerme enseñar nada. ¿Para qué necesitaba aprender? El doctor Trevexo ya se lo había dicho: «para ocupar altas posiciones en este país, no se necesita aprender nada.» Y tenía razón.

Sin ninguna instrucción, sin necesitarla tampoco, sin medios de subsistencia como sin necesidades, es feliz en medio de su pobreza y de sus privaciones, que no son tales para el que nunca conoció mayores goces, ni extendió más altos sus deseos; de manera que si esta disolución de la sociedad radica hondamente la barbarie por la imposibilidad y la inutilidad de la educación moral e intelectual, no deja, por otra parte, de tener sus atractivos.

Como yo no sabía más historia que la que aprendí en la Caleta, para era de ley que debía uno entusiasmarse al oír que los españoles habían matado muchos moros primero, y gran pacotilla de ingleses y franceses después. Me representaba, pues, a mi país como muy valiente; pero el valor que yo concebía era tan parecido a la barbarie como un huevo a otro huevo.

La religión sufre las consecuencias de la disolución de la sociedad; el curato es nominal, el púlpito no tiene auditorio, el sacerdote huye de la capilla solitaria o se desmoraliza en la inacción y en la soledad; los vicios, el simoniaquismo, la barbarie normal, penetran en su celda y convierten su superioridad moral en elementos de fortuna y de ambición, porque al fin concluye por hacerse caudillo de partido.

Su vida pasada, sus actos de barbarie, poco conocidos en Buenos Aires, son explicados entonces y justificados por la necesidad de vencer, por la de su propia conservación. Su conducta es mesurada, su aire noble e imponente, no obstante que lleva chaqueta, el poncho terciado, y la barba y el pelo enormemente abultados.

«...¿Se han reunido todos los ministros?... ¿Puede empezar el Consejo?... ¡El coche, el coche, o no llegaré a tiempo al Senado!... Esta vida es intolerable... ¡Y el país, ese bendito monstruo con cabeza de barbarie y cola de ingratitud, no sabe apreciar nuestra abnegación, paga nuestros sacrificios con injurias, y se regocija de vernos humillados!