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Como gustéis dijo Dunstan poniéndose a golpear otra vez el antepecho de la ventana, con aire del todo indiferente . Sois vos mismo quien debe devolver el dinero a Fowler; eso no es cuenta mía. Vos recibisteis ese dinero cuando fuisteis a Bramcote, y fuisteis vos mismo quien le dijo al squire que no os habían pagado esa suma.

Y por último observa otra combinacion no menos pintoresca de estos dos estilos con el greco-romano en los patios interiores del convento de los santos mártires Acisclo y Victoria, reedificado en tiempo de Felipe II. El patio principal que hoy subsiste, aunque ya muy arruinado, se presenta rodeado de ligera arquería latina de dos cuerpos: el inferior con capiteles dóricos, el superior con capiteles árabes y un antepecho corrido y perforado que conserva restos de azulejos de relieve.

Un día, con la frente reclinada en la mano, y el codo en el antepecho de la ventana que daba á un cementerio cerca de la casa, hablaba con el médico, mientras éste examinaba un manojo de plantas de fea catadura.

Las cuatro mujeres no paraban el pico hasta las doce, y por eso Ballester, aquella noche, al ver que se armaba el nublado de ropa blanca, cogió por un brazo a Maxi y le dijo: «Nosotros nos vamos a ver una piececita en Variedades». Dicho se está que Olimpia, no participando de la presunción ni del entusiasmo mercantil de su mamá, seguía posada en el antepecho del balcón del gabinete, viendo pasar la sombra melancólica del aburrido Aristarco, y arrojándole desde arriba alguna palabrilla, para que endulzara el plantón.

Al bajar los ojos una de las veces Elena creyó ver algunas palabras escritas sobre el mármol del antepecho. Bajó un poco más la cabeza y las leyó. Súbitamente acudió la sangre a su rostro, poniéndose roja como una brasa; inmediatamente pálida. Se irguió con extraño ímpetu y mirando al pintor con ojos extraviados le dijo: Tenga usted la bondad de salir por un momento. Me siento mal.

Lo cierto es que en ella encontraron a Carmen, asomada y mirando a la calle, tan absorta que no sintió llegar a sus hermanas. Nucha le tiró del vestido; la muchacha se volvió, pudiendo notarse que tenía unas vislumbres de rosa en las mejillas, descoloridas de ordinario. Hablóle Nucha vivamente al oído, y Carmen se apartó del encristalado antepecho, siempre muda y preocupada.

Después de sentada, y cuando ella se iba haciendo cargo de lo que tenía delante, la admiración persistía; en vano los coristas, que estaban solos en escena, como los gallegos del cuento, mal presididos por un partiquino, que sólo se distinguía por unas botas de fingida gamuza y por desafinar más que todos juntos, en vano gritaban como energúmenos; el público distinguido de butacas y palcos atendía el espectáculo civil que le ofrecía Emma; los abonados de las faltriqueras, que no veían la sala sin echar el cuerpo fuera del antepecho, se asomaban por grupos para ver a la de Reyes, y los de la faltriquera de la tertulia de Cascos saludaron a Bonis y a su señora; el brigadier comandante general de la provincia estaba entre ellos, y también inclinó la cabeza.

Mi padre había reñido con ella.... Dicen que vivían juntos... todos vivían juntos... y cuando iba a farolear me llevaba en el cesto, junto con los tubos de vidrio, las mechas, la aceitera.... Un día dicen que subió a limpiar el farol que hay en el puente; puso el cesto sobre el antepecho, yo me salí fuera y caíme al río. ¡Y te ahogaste! No, señor; porque caí sobre piedras. ¡Divina Madre de Dios!

Elena no estaba para bromas. Escuchó con indiferencia lo que su amante le decía y sin responderle abrió el balcón y salió a la terraza. Núñez la siguió. Ambos se reclinaron sobre el antepecho y guardaron silencio unos momentos.

Lázaro, puestos los codos en el antepecho de la ventana y apoyado el rostro entre las manos, miraba distraído las bandadas de pájaros que, volando sesgadamente en torno de la vieja techumbre, venían a guarecerse en los intersticios de las tejas, y sentía que, tan rápidas como ellos, pero menos alegres, sus reflexiones iban trayéndole a la mente, en invasión desordenada, revueltas con las tenaces preguntas de la conciencia, las inseguras disculpas de la razón; y al par que cada pensamiento le mostraba sus ilusiones muertas para siempre, en nada descubría apoyo de consuelos presentes o vislumbre de esperanzas futuras.