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2 Esta será la ley del leproso cuando se limpiare: Será traído al sacerdote. 3 Y el sacerdote saldrá fuera del real; y mirará el sacerdote, y viendo que está sana la llaga de la lepra del leproso, 4 el sacerdote mandará luego que se tomen para el que se purifica dos avecillas vivas, limpias, y palo de cedro, y grana, e hisopo;

Todos se arrodillaron, menos el filósofo, que miraba la luna silbando el Trágala. Entonces el fraile, armado de un hisopo, se aproximó a los fardos y dio una vuelta alrededor de ellos diciendo: ¡Atrás, Satán, atrás! y que este signo de redención purgue a esas mercancías de la mancha que la herejía ha impreso en ellas. ¡Atrás, Satán, atrás! Y echó torrentes de agua bendita sobre las cajas.

Asperges... Asperges... y dio hisopazos a derecha e izquierda. Después, recogiéndose la capa y sonriendo a las señoras, con la satisfacción del que da por terminado su trabajo, se dirigió a la capilla seguido por el sacristán, portador otra vez del hisopo y el caldero. ¿Esto sa acabao? preguntó flemáticamente al capataz, un viñador viejo, de rostro grave. : sa acabao.

Con esta suposición me sacarán todos el pellejo a túrdigas; y si llega a oídos de su hija de usted, mi señora doña Inés López de Roldan y otras hierbas, que usted y yo estamos aquí pelando la pava, será capaz de venir, aunque se halla delicada y convaleciente, y nos pelará o nos desollará a ambos, ya que no envíe por aquí al señor cura acompañado del monaguillo, con el caldero y el hisopo del agua bendita, no para que nos case, sino para que nos rocíe y refresque con ella, sacándonos los demonios del cuerpo.

Brindóme a el porquero; me las cogía al vuelo y hacía más razones que decíamos todos. No había memoria de agua, y menos voluntad de ella. Parecieron en la mesa cinco pasteles de a cuatro, y tomando un hisopo, después de haber quitado las hojaldres, dijeron un responso todos, con su requiem aeternam, por el ánima del difunto cuyas eran aquellas carnes.

4 Y tomará Eleazar el sacerdote de su sangre con su dedo, y rociará hacia la delantera del tabernáculo del testimonio con la sangre de ella siete veces; 5 y hará quemar la vaca ante sus ojos; su cuero y su carne y su sangre, con su estiércol, hará quemar. 6 Luego tomará el sacerdote palo de cedro, e hisopo, y escarlata, y lo echará en medio del fuego en que arde la vaca.

Entraron dentro todos, y la ama con ellos, y hallaron más de cien cuerpos de libros grandes, muy bien encuadernados, y otros pequeños; y, así como el ama los vio, volvióse a salir del aposento con gran priesa, y tornó luego con una escudilla de agua bendita y un hisopo, y dijo: -Tome vuestra merced, señor licenciado: rocíe este aposento, no esté aquí algún encantador de los muchos que tienen estos libros, y nos encanten, en pena de las que les queremos dar echándolos del mundo.

52 Y purificará la casa con la sangre de la avecilla, y con las aguas vivas, y con la avecilla viva, y el palo de cedro, y el hisopo, y la grana. 55 y de la lepra del vestido, y de la casa; 57 para enseñar cuándo es inmundo, y cuándo es limpio. 1 Y habló el SE

La poetisa se hallaba en un paroxismo de furor secreto. ¿Cómo podía yo decidirme por una solución contraria á las ideas de Cantarranas, cuando éste era mi Mecenas, ó, para valerme de una de sus más queridas figuras, corpulento roble que daba sombra á este modesto hisopo de los campos literarios?

Vizcaino Debe ser el tal fraile. Parece varón divino. Bien su palidez lo muestra. Pues jamás tan encendido Tuve el espíritu. Padre, Díganos, pues, á qué vino; Que nos tienen recelosos Sus palabras y el prodigio De entrar cerradas las puertas. Algún engaño imagino De nuestro común contrario; ¡Temblando estoy! Yo apercibo Hisopo y agua bendita, Por si acaso es el maligno.