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Al principio se divirtió contemplando su propia imagen en un charco de agua; luego hizo pequeñas embarcaciones de corteza de abedul y las cargó de conchas marítimas, zozobrando la mayor parte; después se empeñó en tomar entre sus dedos la blanca espuma que dejaban las olas al retirarse, y la esparcía al viento; percibiendo luego una bandada de pajarillos ribereños, que revoloteaban á lo largo de la playa, la traviesa niña se llenó de pequeños guijarros el delantal, y deslizándose de roca en roca en persecución de estas avecillas, deplegó una destreza notable en apedrearlas.

Nosotros avanzaremos mas: negaremos el hecho. Pero, aun suponiendo que esta anécdota sea invencion de algun apasionado de esas inocentes avecillas, que el vulgo cristiano mira y casi reverencia como piadosos auxiliares de la compasion del hombre hácia su Redentor clavado en la cruz y coronado de espinas, de todos modos podrá entenderse como fórmula de una gran verdad, á saber, que nunca las armas espirituales fueron desairadas por Dios en la creyente edad media cuando se emplearon en su honra y acatamiento, y que él mismo inspiró á sus vicegerentes en la tierra una confianza ciega en la asistencia divina para llevar á cabo obras que parecian humanamente imposibles, dándoles imperio no ya sobre los seres racionales, sino tambien sobre los irracionales y sobre la misma naturaleza inerte.

No fué éste el único hijo de dicho matrimonio, puesto que tenemos noticia de la existencia de una hija, llamada Isabel , y de otro hijo, que después entró en el servicio militar . Montalván cuenta maravillas del precoz ingenio de Lope, á los dos años era extraordinario el brillo de sus ojos, anunciando su talento prodigioso; á los cinco sabía ya leer en castellano y en latín, y cambiaba poesías, escritas por él, por las estampas y los juguetes de sus compañeros . Asegura también, que apenas sabía hablar cuando componía versos, y con este motivo compara sus primeros ensayos poéticos á los informes gorjeos de las avecillas en sus nidos . A los once y doce años escribió comedias de cuatro actos y cuatro pliegos, puesto que cada acto llenaba un pliego . Parece, sin embargo, que de estos primeros ensayos no ha llegado nada hasta nosotros.

A estos dos personajes seguirán forzosamente las dos hijas de la Marquesa: dos pimpollos, dos flores de Andalucía, lindas, modestas, pequeñas, frescas, sonrosadas, alegres, sin pretensiones, a pesar de su nobleza, rezadoras de noche y cantadoras por la mañana; dos avecillas que encantaban la vista con el aleteo de su inocente frivolidad y de cierta ingenua coquetería, de ellas mismas ignorada.

Menos que en parte alguna se marcan en él las metamorfosis que el paso del tiempo produce. Vemos siempre en el bosque los mismos árboles, las mismas floraciones, los mismos cantos de las tiernas avecillas y esto nos da la ilusión de un alto de ensueño, de una suspensión en el vuelo rápido de los días.

Este amor, que iba prendiendo cada vez con más violencia en su espíritu, no sólo se manifestaba en actos casi incomprensibles de humildad y mortificación, sino que se escapaba continuamente de sus labios con frases apasionadas que iban a refugiarse como tímidas avecillas en el sagrado Corazón de Jesús.

48 Mas si entrare el sacerdote y mirare, y viere que la plaga no se ha extendido en la casa después que fue encostrada, el sacerdote dará la casa por limpia, porque la plaga ha sanado. 49 Entonces tomará para purificar la casa dos avecillas, y palo de cedro, y grana, e hisopo; 50 y degollará una avecilla en un vaso de barro sobre aguas vivas;

1875. Isidora visita a Emilia y se queda encantada de la dichosa paz que reina en la ortopedia. El padre de Juan José se ha retirado del trabajo, y no se ocupa más que de cultivar la huerta que ha comprado en Pinto. Juan José está al frente del establecimiento, y bajo su hábil mano este se conserva en el mismo estado de prosperidad. Isidora quisiera un aparato para que la cabeza de Riquín no creciera tanto. Juan José, que algo entiende de Medicina, se ríe y receta al hijo reconstituyentes y a la madre un Manual de Doctrina Cristiana. Consternación. Los Peces grandes y chicos se ven desterrados de las claras aguas de sus plazas y oficinas. Bien quisieran ellos aclamar también al Rey nuevo; pero la disciplina del partido les impone, ¡ay!, una consecuencia altamente nociva a sus intereses. Tienen que poner un freno a sus agallas. Además, la lucha por la existencia, ley de las leyes, ha llevado a los Pájaros al Gobierno, y estos no encuentran en la Administración bastantes ramas en que posarse. Algunos Peces de menor tamaño y del género voracissimus quedan en oficinas obscuras. Son Peces alados, transición zoológica entre las dos clases, pues la triunfante tuvo en situaciones anteriores sus avecillas con escamas. Mariano torna a ser vagabundo. Gusta mucho de los toros. Asiste a una novillada en Getafe, y su preciosa vida está en gran peligro. Saldeoro parece reparar sus desastres. Terribles celos de Isidora, que descubre en su amante fervorosa inclinación a la secta de los mormones. Riñas y escándalos, acompañados de no pequeños apuros. Todos los Peces, confirmando la antigua idea de que en España el despecho es una idea política, se alegran de las ventajas de los carlistas. Isidora activa su pleito. Pretende de nuevo la información de pobreza, pero no puede conseguirlo. Celebrado el juicio de conciliación, presenta su demanda. Miquis gana por oposición la plaza de médico director de uno de los principales hospitales de Madrid. Es novio de la hija del honrado notario Muñoz y Nones. Sábese por buen conducto que Leonor tiene una casa de huéspedes en La Coruña. Ocúpase la prensa de cierta irregularidad administrativa en que ha intervenido, como irregularizador, Melchor de Relimpio. La gente se pregunta si será mandado a presidio, y efectivamente, la Gaceta le nombra... oficial primero de Aduanas en Cuba. Parte decidido a concluir la insurrección, para lo cual no procede llevar tropas a Cuba, sino traerse a Cuba a España. Habas contadas.

De todo rumbo surge el vibrante grito de los vendedores de diarios que pululan llenando las calles como esas bandadas de avecillas que en el bosque cantan cuando el día llega, y es de admirar el contraste que ofrecen esos pilluelos diligentes y honrados, que a pulmón lleno proclaman su luminosa mercancía, pasando rápidos y sonoros por el lado del «repartidor de diarios» que, silencioso y grave, va echando por entre buzones, celosías y rendijas la doblada hoja impresa que aquéllos pregonan a gritos.

2 Esta será la ley del leproso cuando se limpiare: Será traído al sacerdote. 3 Y el sacerdote saldrá fuera del real; y mirará el sacerdote, y viendo que está sana la llaga de la lepra del leproso, 4 el sacerdote mandará luego que se tomen para el que se purifica dos avecillas vivas, limpias, y palo de cedro, y grana, e hisopo;