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De pronto se incorporó, creyendo haber recibido un fuerte golpe en la espalda. ¡Pura ilusión! Estaba solo. Sus ojos, al mirar en torno de él, se fijaron en el reloj. Las dos. Y se puso de pie, dirigiéndose con lentitud á la sala del baccará. Había disminuído el público, pero todos los que quedaban intervenían en el juego.

Observamos que de la parte de las Tullerías bajaba un carruaje, en cuyo torno se agrupaban los transeuntes, nos aproximamos y no tardamos en distinguir á nuestra paisana, que venia, sola con su hijo. La antigua condesa de Teba es una fisonomía delicada, noble, bella y majestuosa. Indudablemente es uno de esos tipos privilegiados, capaces de inspirar una pasion profunda.

Sabía Ferpierre que la vegetación de las ideas es mucho más rápida que la de ciertas plantas que en breve tiempo extienden en torno suyo un bosque de ramas frondosas, y que la opinión, por más que su vida parezca depender de la voluntad, y cesar bajo la influencia de la opinión contraria, es sin embargo tenacísima y a veces resiste a los mayores esfuerzos.

Pongo yo un campo dividido en quiñones o suertes, pero que nadie puede cultivar ni gozar porque le rodea una salamandra que en torno del campo se enrosca. Y en el centro hay un sol de oro cuyos rayos enamoran a la salamandra a par que la queman. Y de la boca de la salamandra sale una cinta que va hacia el sol y lleva este escrito: En ti vivo, muero y ardo.

Salió una voz del tumulto gritando: «¡Pedro, que matan á tu primoEl mayordomo partió como un rayo, y vibrando su nudoso garrote empezó á repartir palos lindamente. Pronto trazó el miedo un círculo espacioso en torno suyo. Las mujeres se cogían á la cintura de los campeones, queriendo sujetarlos. La condesa, al igual de ellas, también trataba de contener á Pedro vertiendo lágrimas de susto.

En torno de la cruz de plata agolpábanse los negros bonetes, las rizadas sobrepellices y las lustrosas chisteras del acompañamiento.

Era un sitio de contemplación y de plegaria. Los cantos formaban en torno alto y rojizo parapeto, por encima del cual la vista dominaba el paisaje del valle y las sierras. La cazoleta enviaba al cielo la ofrenda esbelta y continua de algún precioso perfume.

Sintió él que se anudaban como tentáculos irresistibles en torno de su cuello los brazos soberanos, y que una boca dominadora se apoderaba de la suya lo mismo que en el Acuario... Y rodó bajo esta caricia de fiera, con el pensamiento perdido, olvidándose del resto del mundo, descendiendo y descendiendo por un mar de sensaciones nuevas, como un náufrago satisfecho de su suerte... Pero esta vez llegó al fondo.

Y el Esclavo-Montaña pues al separarse Flimnap de él había dejado de ser gentleman se sumió otra vez en su resignación servil. Durante la noche tampoco podía pensar en fugarse. Las máquinas aéreas enviaban de vez en cuando la luz de sus faros sobre el cuerpo de Gillespie, interrumpiendo su sueño. Además, los hombres que preparaban su comida dormían en torno de él.

Auxiliado por este, Maxi logró levantarse y corrió un buen trecho por el camino abajo, gritando: «¡Ladrón!... ¡a ese!... ¡al asesino!...». Pero el coche estaba ya más allá de la iglesia. Formose en torno a la víctima un corro de cuatro, seis, diez personas de ambos sexos.