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Para refutar la imaginacion de los que toman al espacio por una sustancia ó al menos por algun ser absoluto, tengo muchas demostraciones; pero ahora solo quiero valerme de la indicada por la misma oportunidad. Digo pues que si el espacio fuera un ser absoluto, sucederia algo de que no se podria señalar razon suficiente, lo que es nuestro axioma. aquí la prueba.

Un negro puedo valerme mil duros. Con nosotros no tenían gran cosa que hacer los tiburones; otros barcos negreros, que hacinaban los bultos de ébano en la bodega, en malas condiciones, iban teniéndolos que echar al agua a que sirvieran de pasto a los tiburones; nosotros, no; hubo viaje en que no murió ninguno.

Como quiera que ello sea, yo quiero suponer que no le empleó; que bajo los nombres imaginarios de los personajes de su novela no descubre ni debe descubrir la malicia verdaderos nombres, y que la fingida ciudad de Gaudulia nada tiene que ver con Sevilla. Si es Isaac novela de clave, no quiero yo valerme de la clave para descifrar la novela.

Con persistente disimulo, con firme y enérgica voluntad, con raras precauciones e incesante recato, sin dejarme ver de nadie y fingiéndome enferma, dejé pasar los meses. Llegó la hora y sólo Madame Duval, mi mucamba y el médico, de quienes tuve que valerme y me valí, exigiendo el mayor sigilo, supieron que fui madre.

, , es preciso dijo al fin ; me le ha endosado; prescindiendo de que llegue á ser ó no ser, yo no puedo... vamos, de ningún modo; un mozo hermoso, y esto es verdad, que ha sido estudiante, que le gustan desordenadamente las mujeres, y que puede dar un chirlo al lucero del alba... no, no... es imposible que yo tenga á este mancebo en mi casa... mi mujer, mi hija... gracias á que las tengo seguras guardándolas y cerrando mi puerta á piedra y lodo; y luego no teniéndole en mi casa, échese vuesa merced el cargo de pagarle un día y otro la posada durante quince meses; no, señor; será preciso que el duque de Lerma le un oficio... es verdad que cualquier oficio, por pequeño que sea el que me el duque, podría valerme algo, y en estos tiempos... pero del mal el menos. ¡Ah! me olvidaba de que ha salido sin almorzar de Navalcarnero. ¡Hola! ¡eh! dijo abriendo la puerta y entrando en la repostería Gonzalvillo, hijo, ven acá.

Es uno de ellos el de adivinar los pensamientos ajenos, y es otro el de sugestionar o infundir los pensamientos propios en las ajenas mentes sin valerme del auxilio de la palabra y del intermedio de los sentidos corporales. Os he escuchado y os he hablado por costumbre y rutina y para no faltar al uso corriente, pero sin hablar entiendo y me hago entender y así continuaremos nuestra conversación.

El caballero y la señora nos observaban como si quisieran, entrar en el secreto de nuestra voluntad, de nuestras ideas, más que todo en el secreto de nuestros bolsillos, y yo me reputé obligado á valerme de una mentira. ¿Cómo no mentir en un país, cuya astuta mirada taladra hasta los huesos, como ciertos ácidos corrosivos?

Pues allá voy y esperadme. Eso es. ¿Y sabéis que aunque viejo no habéis perdido las fuerzas? Me habéis sacado al terrado como si fuera una pluma. Estas piernas mías... parece providencia de Dios para muchas cosas el que yo no pueda andar de prisa ni valerme. Dadme la mano. Tomad. Estamos en los desvanes. Mi linterna me valga. Nos viene de molde, porque estos desvanes son endiablados.

Iba entre diciendo: «Allá quedarás, bellaco, deshonrabuenos, jinete de gaznates». Consideraba yo que iba a la Corte, adonde nadie me conocía, que era la cosa que más me consolaba, y que había de valerme por mi habilidad allí. Propuse de colgar los hábitos en llegando, y de sacar vestidos nuevos cortos al uso.

Lord Gray ponía en juego mil ingeniosas estratagemas... ¿ sabes todo lo que pasó el día que fuimos a las Cortes?... ¡Hombre más original!... Yo esperaba que siguieras yendo a casa por la noche... te hubiera informado de todo... Pasaron días y meses, y entretanto, sola y abandonada de todos, necesitaba valerme de mis propios esfuerzos para ir prolongando, prolongando mi situación, con la esperanza de verme libre algún día... Pero marchemos al punto de aquí. ¡Dios mío, qué tarde!