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A veces se detiene, como ante un precipicio; a veces corre veloz, como una locomotora. Mezcla lo alto y lo bajo, lo noble y lo ruin, la mariposa y el estiércol, la mirla y el escarabajo, el dicterio y la canción. Todo sale embellecido y purificado de aquella péñola incomparable, péñola que hoy bendice todo un pueblo, y es lumbre de la humanidad.

Cuando esperaba oír nuevas de tus descuidos e impertinencias, Sancho amigo, las de tus discreciones, de que di por ello gracias particulares al cielo, el cual del estiércol sabe levantar los pobres, y de los tontos hacer discretos.

De pronto los cascos del caballo cesaron de resonar y se hundieron en blanda alfombra: era una camada de estiércol vegetal, tendida, según costumbre del país, ante la casucha de un labrador. A la puerta una mujer daba de mamar a una criatura. El jinete se detuvo. Señora, ¿sabe si voy bien para la casa del marqués de Ulloa? Va bien, va.... ¿Y... falta mucho?

Y todos los días, durante un siglo, chirriaban al amanecer las puertas del caserío vasco, del tapial pardo de Castilla, del casuchín morisco enjalbegado y oprimido en la calleja andaluza, de la corralada extremeña envuelta en olor de estiércol cerduno, y los mozos emprendían la marcha, ligeros de ropa y ágiles de piernas, cantando como los mancebos que encontraba Don Quijote en sus correrías, con una vieja espada al hombro a guisa de bordón de peregrino y pendiente de ella el hato de ropa con toda su fortuna: unas calzas nuevas, los gregüescos, dos camisas, un rosario, unos naipes gastados, lo más preciso para llegar a virrey o a marqués de título sonoro y exótico al otro lado del mar.

10 de la manera que se quita del buey del sacrificio de la paz; y hará el sacerdote perfume de ello sobre el altar del holocausto. 11 Y el cuero del novillo, y toda su carne, con su cabeza, y sus piernas, y sus intestinos, y su estiércol;

¡Chico más tímido!... No tenía en el mundo otros parientes que su abuelo; trabajaba hasta en los domingos, y lo mismo iba á Valencia á recoger estiércol para los campos de su amo, como le ayudaba en las matanzas de reses y labraba la tierra ó llevaba carne á las alquerías ricas. Todo á cambio de malcomer él y su abuelo y de ir hecho un rotoso, con ropas viejas de su amo.

Y si por ventura lo sospecha y lo descubre, señal clara y evidente de que no estaban esos ojos tan cerrados como creías, y no siendo ya inocencia pura del corazón, sino mera ignorancia del entendimiento, le aprovechará por ende, si no como medicina todavía, como preservativo, al menos, la lección que encerró allí el autor en prudente logogrifo, y como estiércol sucio y hediondo aprehenderá forzosamente lo que como tal se le presenta.

El trabajo hacía entra en calor a Pomerantzev, que estaba fatigado y sudando; pero se sentía feliz y miraba con ojos encantados alrededor. El día primaveral sonreía. De los tejados, de los árboles, del muro, caían lentamente gotas de agua, que lo ennegrecían todo en torno. Se aspiraba el olor de la nieve derretida, del estiércol, los mil olores indefinibles de la primavera.

Por las calles comenzaban á rodar los carros de la sarama recogiendo el estiércol: las vendedoras de fotes llamaban á las puertas repartiendo los panecillos del desayuno.

Un gran montón de estiércol se divisaba delante del umbral. En el mismo instante apareció Hexe-Baizel, arrojando, con una gran escoba de retamas verdes, el estiércol al abismo.