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Es el caso que la duquesa, si tenía mucho por qué desesperarse, no tenía nada por qué acusarse, por qué avergonzarse. Ella no tenía la culpa absolutamente de aquello; ella no la había autorizado; es más, ella, hasta que vió el aderezo funesto sobre doña Clara y supo que el esposo de doña Clara era un Girón, no sabía, no podía imaginarse quién era el padre de aquel hijo completamente fortuito.

Todas le dieron sobras de amor, escoria de los sentidos; pocas recordaba que no le hiciesen reír o avergonzarse.

Volviendo ahora á hablar de los italianos, añadiremos que el Tasso estaba tan lejos de avergonzarse de sus repeticiones é imitaciones de los poetas antiguos, que en los comentarios á sus rimas pone el mayor empeño en señalarlas y darse el parabién de haberlo hecho.

Era como algunos millonarios del presente, que en sus primeros tiempos de riqueza confiesan con orgullo las miserias de los años juveniles; pero luego, cuando crecen sus hijos y forman dinastía empiezan a avergonzarse de su origen e inventan parientes opulentos y capitales ilusorios con los que iniciaron sus primeras empresas.

Este fiel representante de gran parte de nuestra juventud desdeñosa de su país, fue no ha mucho tiempo objeto de una de mis visitas. Encontrele en una habitación mal amueblada y peor dispuesta, como de hombre solo; reinaba en sus muebles y sus ropas, tiradas aquí y allí, un espantoso desorden de que hubo de avergonzarse al verme entrar.

Un húmedo soplo, que de vez en cuando movía las hojas de los árboles y parecía subir de las profundidades del bosque iba murmurando en sus mismos oídos: «¡No será para ti!...» De pronto, la presencia de un roble joven y robusto, que elevaba a los cielos su tronco recto y liso, le recordaba a su hijo Simón y le hacía avergonzarse de su vuelta al egoísmo.

No, hablo con toda mi seriedad... En su edad es un sentimiento natural y no tiene por qué avergonzarse. Solamente yo soy el dueño de mis pensamientos... No he de dar a nadie cuenta de ellos. ¿Ni siquiera a la señora Liénard? A ella menos que a nadie... Si lo que usted supone fuese cierto, yo le juro que nunca lo sabría ella... ¡No permitiré yo que pueda sospechar jamás una locura semejante!

»No obstante, no tenía por qué avergonzarse de su elección, porque Guillermo es un muchacho honrado, pero ella creía que sus padres no consentirían en que se casara con él, porque Guillermo era pobre.

Mi amigo miró con sorpresa al marido y a las hijas, como diciendo: ¿Qué le he hecho yo a esta señora para que me reciba de este modo? Pero lo mismo él que ellas, en vez de avergonzarse, levantaron los ojos al cielo, con un gesto de resignación que le sorprendió todavía más.

Con el auxilio de los serenos, Stein pudo hallar fácilmente el lugar indicado en la carta. La casa indicada no tenía portero: la puerta de la calle estaba abierta. Stein entró, subió un tramo de la escalera, y al llegar al primer descanso, no supo dónde dirigirse. Debilitado el primer ímpetu de su resolución, empezó a avergonzarse de lo que hacía. «Espiar decía es una bajeza.