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Sonrió al verme y me habló en voz baja y con grande trabajo. Iban a ponerle una cantárida, y me salí. En el corredor tropecé con Olóriz, que daba paseos por delante de la puerta, atusándose la barba con mano convulsa.

algunos paseos en el portal y eché todos los cálculos que un hombre serio tiene el deber de echar en tales ocasiones. De un lado, del lado de la calle, la consiguiente mojadura; del lado de la escalera, la fatiga consiguiente. Por otra parte, los amigos estarían ya reunidos en el café despellejando a alguno, ¡tal vez a ! Al fin adopté una resolución violentísima.

En uno de sus movimientos, casi tendida de brazos sobre la cama, Teresina dejó ver más de media pantorrilla y mucha tela blanca. De Pas sintió en la retina toda aquella blancura, como si hubiera visto un relámpago; y discretamente, se levantó y volvió a sus paseos.

Esa antiquísima torre, muy anterior a la era cristiana, enlazada con tantos recuerdos heroicos, colocada allí entre las variadas banderas de los buques, las ráfagas de humo de los vapores, los paseos construidos ayer y las flores nacidas hoy, con sus cimientos, que cuentan los siglos por décadas, es como la clava de Hércules lanzada en medio de los juguetes de los niños.

Tanto la parte nueva como la vieja están fortificadas, mediando entre la ciudad y sus murallas un vasto espacio que apénas está hoy cubierto de jardines, pequeños parques y paseos, generalmente graciosos y agradables.

Y como don Rufo exigía que la niña tomase el aire libre, Cecilia se encargaba de acompañar a la nodriza. Gonzalo las acompañaba a ambas, la nodriza con la niña delante, él con Cecilia detrás. En aquellos largos paseos le confiaba todos sus secretos, le explicaba prolijamente sus temores, sus alegrías, sus esperanzas.

Trataba las cuestiones de aforos, rasantes, alcantarillado, decomisos, etc., etc., que daba gloria oirle. Finalmente, como hombre desmedidamente ambicioso que era, se había metido en una conjuración contra el alcalde, de la cual pensaba sacar su nombramiento de individuo de la comisión de paseos públicos.

Todos los habitantes eran extranjeros que habían escapado discretamente, ó franceses sorprendidos por la guerra cuando veraneaban en sus posesiones del campo. El instinto le hizo ir en sus paseos hasta la rue de la Pompe, mirando de lejos el ventanal del estudio. ¿Qué haría su hijo?... De seguro que continuaba su vida alegre é inútil.

Durante todo este tiempo, la buena y amable condesa, hacía cuantos esfuerzos le eran posibles para ligar conversación con María; pero el laconismo de sus respuestas frustraba sus buenas intenciones. ¿Os gusta mucho Sevilla? le preguntó la condesa. Bastante respondió María. ¿Y qué os parece la catedral? Demasiado grande. ¿Y nuestros hermosos paseos? Demasiado chicos.

A los pocos días Ángel era también «el mejor amigo de la casa», y el compañero inseparable de Luz y sus amigas en corrillos, fiestas y paseos. No podían pasar las cosas de otro modo con un carácter como el del «guardián del paraíso» de Luz.