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El NO. sopla con una fuerza como para descornar a un buey dijo una voz ruda. El desollador dejó caer su hacha, e Ivona se arregló la cabeza lanzando sobre su marido una mirada en la que aun brillaba la cólera. ¿Quién puede venir a esta hora a importunarnos? dijo el hombre; después se subió hasta una estrecha ventana, y miró. Got callet deusan Armoriq. Era un hombre duro de la Armórica.

Por eso observaron que el precioso cadáver de Celinina, aquello que fué su persona visible, tenía en las manos, en vez del ramo de flores, dos animalillos de barro. Ni las mujeres que la velaron, ni el padre, ni la madre, supieron explicarse esto; pero la linda niña, tan llorada de todos, entró en la tierra apretando en sus frías manecitas la Mula y el Buey. La vertu est aussi une force.

-No digo nada, ni murmuro de nada -respondió Sancho-; sólo estaba diciendo entre que quisiera haber oído lo que vuesa merced aquí ha dicho antes que me casara, que quizá dijera yo agora: "El buey suelto bien se lame". ¿Tan mala es tu Teresa, Sancho? -dijo don Quijote. -No es muy mala -respondió Sancho-, pero no es muy buena; a lo menos, no es tan buena como yo quisiera.

Cerró con furia; pero la niña había corrido hacia la salida, y la puerta le cogió la mano. Oyose un grito desgarrador. La valenciana abrió otra vez la puerta, dio un fuerte empujón a la criatura que la hizo caer al suelo, y echó la llave. La cueva era un calabozo húmedo y negro donde sólo penetraban algunos tenues rayos de luz por un ojo de buey abierto en lo alto.

9 Porque en la ley de Moisés está escrito: No pondrás bozal al buey que trilla. ¿Tiene Dios cuidado de los bueyes? 10 ¿O lo dice enteramente por nosotros? 11 Si nosotros os sembramos lo espiritual, ¿es gran cosa si segáremos de vosotros lo material? 12 Si otros tienen en vosotros esta potestad, ¿por qué no nosotros?

Durante este tiempo, rápido el perro corredor consumió tajadas del buey en cantidad suficiente como para formar la comida de un pobre en día de fiesta. Ha ocurrido un maldito accidente con Relámpago comenzó diciendo ; sucedió anteayer. ¡Cómo! ¿Se ha mancado? dijo el squire, después de beber un trago de cerveza . Pensaba que sabíais montar mejor, señor. Jamás he estropeado un caballo en mi vida.

Hacía más de veinte minutos que habían cesado y que el silencio del invierno reinaba solo en aquel abrupto paraje, cuando el buen hombre, sintiéndose seguro, salió de la garita y tomó corriendo el camino de la granja. Cuando llegó a «El Encinar» encontró toda la casa en movimiento. Se hacían preparativos para matar un buey con destino a la tropa del Donon.

El mismo fragor y cólera. La misma sencillez primitiva en los argumentos. La misma violencia candorosa y bárbara en los dictados. «¡Habrá hombre más pollino! ¡Calla, calla, cabeza de alcornoque! ¡Habló el buey, y dijo ! Te digo que faltas a la verdad, y si lo quieres más claro, te digo que mientes. ¡Jesús, qué gansada! Parece usted una mala mujer

Al revolver el camino vi á los pocos pasos un bulto muy grande, como si fuese un buey puesto en dos pies... ¡Alto! me gritó tapando el camino. ¿Quién eres y adónde vas? Soy el hijo de mi padre respondí y voy adonde me da la gana. Pues por aquí no pasa nadie que no se quite la montera y las buenas noches. Pues ahora va á pasar uno sin quitarse la montera. ¿Quién va á ser?

Cuando en la Camargue descarga un huracán, terrible en esa gran llanura donde nada lo desvía ni lo detiene, es curioso ver replegarse la manada detrás de su jefe, con todas las cabezas inclinadas, volviendo hacia el lado de donde el viento sopla, esas anchas testuces en que se condensa la fuerza del buey.