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Estos campesinos segándolas el cuello por montes y barrancos probaron que con la borona no habían perdido el ardimiento. Y en las luchas de la inteligencia, en los nobles certámenes de las ciencias y de las artes muchos asturianos criados con borona alcanzaron, señor, honra imperecedera.

¿Qué voces dijo don Cleofás son las que dan en esotra casa más adelante, que parece que pregonan algún demonio que se ha perdido?

Pero, por otro lado, yo no puedo menos de felicitar a un hombre que, en medio del tráfago bilbaíno, se encuentra de pronto este tesoro de un idioma perdido durante tantos siglos. Me explico que se coleccionen las palabras de vascuence con un espíritu de numismático, como pudieran coleccionarse raras, preciosas e interesantísimas monedas antiguas.

España renacía en el verdor y belleza de sus hijas. Y esto es algo dijo Ojeda . Nuestro loco despilfarro de otros tiempos no se ha perdido del todo gracias a América. Sus amigos asintieron. No, no se había perdido.

De un perdido has hecho un hombre de bien. Porque no me achico; porque desde el primer día le administré el bautismo de los cinco mandamientos; porque le chillo en cuanto le veo cerdear un poco; porque le hago andar derecho como un huso, y me tiene más miedo que los ladrones a la Guardia civil. ¡Y cómo te quiere! Es natural.

No se puede maniobrar... La Ligera, perdido el rumbo, corre con tanta velocidad como el viento... Entonces es cuando la ve pasar el aduanero; son las once y media.

Urge, urge, Pelegrín; ya sabes que mi sobrino no ha perdido el tiempo, y que ya está en Madrid; viene irritado contra y no perdonará medio; además, se encontrará al duque de Uceda apoderado del príncipe de Asturias, y empezará de nuevo entre ellos la guerra, que vendrá á herirme de rechazo.

Gran secreto se tiene con vuestra prisión dijo el hombre misterioso, acercándose más á Quevedo ; interés hay en que vuesa merced se pierda... Pues no es eso fácil, que no nací yo para perdido.

Si creyésemos esto estaría perdido todo; pero si creemos, como yo creo y quiero creer, que los españoles de ahora están forjados del mismo metal y tienen el mismo temple de que fueron forjados y que tuvieron el Cid, el Gran Capitán, el duque de Alba, Cortés y Pizarro, no hay nada perdido.

Esta señora juraba y perjuraba que su esposo no había muerto, y defendió tan bien su causa, que al cabo de siete años de haberse perdido recibía el título de contralmirante. Tenía razón lady Franklin; su marido vivía. Si se hubiese creído á lady Franklin, el gran explorador inglés no pereciera en medio de los hielos.