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Los maridos, sentados alrededor del fuego y picando sus cigarros en espera de la cena, rebatían tales argumentos. «Era necesario beneficiar lo que Dios había puesto debajo de la tierra. Si en aquel valle había leña en otras partes no, y necesitaban el carbón para calentarse y guisar su comida. Además, pasar toda la vida con borona, leche y judías era bien duro.

Después, volviéndose hacia Ángela, le dijo con voz temblorosa aún por la cólera: Ve a abajo y trae un pedazo de borona y un jarro de agua. Ángela se apresuró a cumplir la orden. El padre fue otra vez al cuarto y colocó uno y otro en el suelo, exclamando: ¡Ahí tienes lo que has de comer y beber mientras seas tan perra!... ¡Yo te bajaré los humos!...

Por otra parte, el capitán había resuelto comprar con la dote de Demetria algunos prados y tierras labradías en la parroquia de Entralgo para que allí se asentasen. Flora rogaba por Dios y por la Virgen que no la apartasen de aquella amiga tan querida que por afinidad era ya próxima deuda de su padre. Al día siguiente de este insignificante suceso se amasaba la borona en casa del tío Goro.

Cada día que pasa me acuerdo más de Canzana. ¡Qué vida tan descansada llevaba ahí, madre! ¡Cómo me gustaba amasar con usted el pan ó la borona! ¡Cómo me gustaba ir al río á lavar la ropa y sallar con mis amigas el maíz y por la noche hilar al par del fuego! Pero de estas cosas no se puede hablar aquí.

Revoloteaban las moscas con porfiado zumbido, y ya se unían en el aire y caían rápidamente sobre la labor o las manos de las operarias, ya se prendían las patas en la goma del tarrillo, pugnando en balde por alzar el vuelo. Andaban esparcidos por las mesas, y mezclados con el tabaco, pedazos de borona, tajadas de bacalao crudo, cebollas, sardinas arenques.

El ganado nos da leche y manteca y carne si la necesitamos: tenemos castañas abundantes que alimentan más que la borona y nos la ahorran durante muchos días; y esos avellanos que crecen en los setos de nuestros prados producen una fruta que nosotros apenas comemos, pero que vendida á los ingleses hace caer en nuestros bolsillos todos los años algunos doblones de oro. ¿Para qué buscar debajo de la tierra lo que encima de ella nos concede la Providencia, alimento, vestido, aire puro, luz y leña para cocer nuestro pote y calentarnos en los días rigurosos del invierno?

La misa. Yo no apruebo las ideas de mi sobrino Antero. Hasta ahora hemos vivido á gusto en este valle sin minas, sin humo de chimeneas ni estruendo de maquinaria. La vega nos ha dado maíz suficiente para comer borona todo el año, judías bien sabrosas, patatas y legumbres no sólo para alimentarnos nosotros, sino para criar esos cerdos que arrastran el vientre por el suelo de puro gordos.

Parece siguió después el minero, mirándolas á entrambas con sus ojos de fiera traidora que no os gustan las caras manchadas de carbón... Os alegran más las que están salpicadas de leche y borona como las de aquellos zotes que os acompañaban en la lumbrada del Carmen... ¡Podían no gustarnos más! exclamó con desenfado Flora. Aquéllos son hombres... y vosotros unos micos.

Una sonrisa feliz y socarrona á la vez se dibujó en sus labios. Pero no será de vacío, ¿verdad? ¡Ah gran tuno, ahí te duele! profirió Pepón sin dejar de reir y metiendo de nuevo el puño por el estómago á su futuro yerno, que se dobló como un arco. Luego añadió gravemente: Eso no se pregunta siquiera, Quino. Yo no soy rico, pero mientras estéis en mi compañía no os faltará la borona y el potaje.

«¿Todo eso para qué? decían acercando con mano trémula los pucheros al fuego. ¿No habéis vivido hasta ahora sin necesidad de hurgar la tierra como los topos? ¿Os ha faltado un pedazo de borona y un sorbo de leche? ¿Qué más queréis? ¡Servid á Dios y morid en vuestras camas como cristianos y no como perros en esas cuevas de infierno