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Haréis mal; es demasiado cerca, enviadla á su país. ¿A Asturias? Eso es. No hablemos más de esto. Hablemos de lo otro. ¿Qué os ha dicho la madre abadesa? ¡Oh! ¡oh! me ha preguntado quién es la dama á quien ama en palacio mi sobrino. ¿Y vos qué le habéis dicho? Yo... nada. ¿Y qué ha replicado la abadesa? Me ha llamado ciego. ¿Y qué más?

Levantamiento del destierro del conde de Lemos dictó el duque; reposición en su oficio de ayo del príncipe de Asturias á don Baltasar de Zúñiga; reposición en su oficio de caballerizo mayor al conde de Olivares; nombramiento de confesor de su majestad la reina al reverendo padre fray Luis de Aliaga, y por último, reposición en su oficio de ayuda de cámara de su alteza el príncipe don Felipe, al duque de Uceda.

Mi hermano y yo somos personas decentes... Ya lo creo... Pues claro. Pues turbio. Somos personas decentes. Y príncipes de Asturias. Aquel trabajo es para mulos, no para criaturas. Yo quiero que mi hermano vaya a la escuela. Y al colegio. Eso es, al colegio replicó Isidora marcando sus afirmaciones con el puño sobre la endeble mesa Yo lo quiero así..., y nada más».

Conviene, sin embargo, señalar dos fenómenos de estos tiempos remotos, que sirven de lazo al drama posterior, á saber: los bailes pantomímicos, usados en Asturias desde la más remota antigüedad , y la epopeya heróica, que surgió lozana y vigorosa, y creció después con el estrépito de las batallas, siendo de presumir, aunque los más antiguos monumentos de la poesía castellana alcancen sólo hasta la mitad del siglo XII, que las primeras hazañas guerreras de los valientes asturianos fueron celebradas en cantos.

Ni disgusto ni ambición de dinero. Era que se había cansado de vivir allí; sentía la nostalgia de ver países nuevos: le arrastraba la movilidad de carácter de los de su tierra. Iría á Asturias ó á Cataluña; tal vez se embarcase para América; aún no se había buscado un nuevo puesto, pero acariciaba la ilusión de llevar con él á su madre á un clima que fuese mejor. Por esto sólo se marchaba.

En tan lamentable estado, aún se quiso hacer un esfuerzo para seguir al Príncipe de Asturias, que había izado la señal de retirada; pero el Nepomuceno, herido de muerte, no pudo gobernar en dirección alguna.

Pero, mujer, si ya se sabe que son así; nada y nada, y vanidá que les parte el alma. Como el hijo es de tropa piensan que sólo la Princesa de Asturias sirve para él.... Mira como ahora que las de García pierden el pleito están medio reñidas con ellas.... Y eso que la mayor de Sobrado, la Lolita, no quiso apartarse de la amiga y sigue yendo allá....

En este mismo año de 786 recuperó el trono de Asturias D. Alonso el Casto.

Esto hace, señor, que V. A. haya de mirar como estimables efectos de la generosa piedad de vuestro padre, lo que se os ofrece como á tan amado y tan amante hijo, y este título lo hace crecer tanto, que fué en lo que últimamente resolvió mi respetuosa timidez, para ofrecer á un Fernando, Príncipe de Asturias, aquello que se dignó mirar como suyo un Philipo, Rey de las Españas.

Aunque la arquitectura goda no pereció en España con la irrupcion sarracena, sin embargo, las construcciones de los primeros reyes de Asturias y Leon no podian menos de ser pobres y menesterosas, como lo era la misma monarquía; así que en los historiadores de aquellos tiempos, que nos han dejado noticia de nuestros templos y monasterios del siglo VIII, nada es mas comun que estas modestas descripciones: «de luto et latere» «de petra et luto opere parvo,» y otras semejantes.