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Actualizado: 7 de mayo de 2025
De aquí que saliese del retraimiento en que por la pena de la reciente muerte de Arturito se encontraba y apareciese en su palco, en el teatro, la primera noche en que la Stolz cantó en la Semíramis. Don Joaquín fue también, aunque estaba tan apesadumbrado como si hubiese perdido un hijo.
Pero este fraseo pueril no había perdido el poder de conmoverle profundamente, anulando su voluntad. ¡Buenos días, mi cocó!... Me he levantado más tarde que otras mañanas; debo hacer algunas visitas antes de ir al Bosque. Pero no he querido marcharme sin saludar á mi maridito adorado... Otro beso, y me voy.
Toda ella se dilataba, como si aquel día hubiera perdido de una vez la fuerza de concentración, la ligadura interna que la comprimía desde el nacer. No podemos explicarnos todavía nada de lo que por ella pasaba. Debe usted cuidarse, debe usted vivir dijo Clara.
Aquí, se decía para sus adentros, cometí mi falta, y aquí debe efectuarse mi castigo terrenal; y quizás de este modo las torturas de su diaria ignominia purificarán al fin su alma, dotándola de una nueva pureza en cambio de la que había perdido, más sagrada puesto que sería el resultado del martirio. De consiguiente Ester no se movió de allí.
Excusado es decir que los pueblos donde entró la piqueta del minero, han perdido, aunque no en tan alto grado como Comillas, su verdadero carácter local, y amoldádose á otras costumbres.
Así ha pasado todo este tiempo; pero desde que volvió Pablo, mi sobrina ha perdido enteramente la tranquilidad: el día en que supo que estaba aquí, todos advertimos su turbación aunque no sabíamos bien si era la alegría, o el susto, o la sorpresa lo que la había puesto así.
Triunfa de mi loco amor Y de mi seso perdido; Que, aunque piensas por vencido, Yo sé que es por vencedor. Pon la rosa carmesí De mi prestada alegría, Y mi celosa porfía En el lirio azul turquí; En el alhelí pajizo Mi desesperado ardor, Y en la violeta el amor Que mi voluntad deshizo; Mi imposible en el jazmín Blanco, sin dar en el blanco.
Desde que se fue D. Amadeo, ¡y aquel sí era persona decente!, esto está perdido. Es verdad que se acabó la guerra; pero ¿cómo se acabó? A fuerza de dinero. Esta gente es atroz. Aquí no hay administración, ni se llevan los libros de cuentas del Estado como manda la Teneduría.
»Me puse a escuchar repitió la Condesa; pero sus palabras no llegaban hasta mí sino a intervalos, y había perdido el principio de la conversación. »Sí decía Teobaldo: por tu tranquilidad, y sobre todo por la suya, me habías jurado que no volverías a verla. »Me es imposible cumplir ese juramento... ¡La amo más que nunca!
He invocado la perdida de mi razon como un beneficio, y no se me ha concedido: he arrostrado la muerte; pero en medio de la guerra de los elementos, los mares se han retirado a mi presencia. Los venenos han perdido toda su actividad; la mano helada de un demonio cruel me ha detenido en la orilla de los precipicios por solo uno de mis cabellos que no ha querido romperse.
Palabra del Dia
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