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Actualizado: 7 de noviembre de 2025


Bien se lo decíamos mi señora y yo: «Francisca, que te pierdes, que te vas a ver en la miseria», y ella... tan tranquila. Nunca pudimos conseguir que apuntara sus gastos y sus ingresos. ¿Hacer ella un número? Antes la mataran. Y el que no hace números, está perdido. ¡Con decirle a usted que no supo jamás lo que debía, ni en qué fecha vencían los pagarés!

La viuda había empeñado y perdido para siempre un centenar de hanegadas de tierra de arroz que le producían muy buenos cuartos, para adquirir aquella ratonera brillante y frágil, a la que puso el título de Villa-Conchita, no sin protestas ni rabietas de Amparo.

Line no acudió, señoras y caballeros; en honor suyo había perdido una clase de Trigonometría. No es un sacrificio, porque que en el examen de fin de año me calabacearán y, por tanto, juzgo inútil estropearme las meninges estudiando Trigonometría, en la que no sobresaldré nunca. A la semana siguiente, Line me juró con todas las veras de su alma que sería puntual a la nueva cita.

MÁXIMO. Este hombre... Venga usted, venga usted, tía. Señora, la señorita ha perdido la razón... Corre, huye, vuela, llamando a su madre... a los que queremos consolarla, ni nos oye ni nos ve. Ya viene. Al ver a los que están en escena, hace alguna resistencia. Suave y cariñosamente la obligan a aproximarse.

ESCIPIÓN. , señora, lo sabemos; pero... nosotros también tenemos la intención de pediros en matrimonio. CLEOPATRA. ¿Pero habláis en serio? ¡Habéis perdido el juicio! ESCIPIÓN. Señora, miradnos bien: no se trata de unos snobs de la avenida Nevsky.

Era el mismo, pero con el pecho más amplio, las muñecas más fuertes. Las facciones suaves y dulces de la madre se habían perdido bajo esta máscara varonil. Lacour reconoció con orgullo que ahora se parecía á él. Después de los abrazos de saludo, René atendió á don Marcelo con más asiduidad que á su padre. Creía percibir en su persona algo del perfume de Chichí.

Aún no se había perdido el ruido de las carcajadas de los libertinos, cuando ya germinaba en la mente del muchacho la idea del robo. A los dos meses el barrendero estaba en presidio.... Sirva el saludable consejo que envuelve el anterior recuerdo, y volvamos á nuestro teatro de Legaspi.

Por muy vaga que fuese esta esperanza, reanimó, sin embargo, al infeliz notario, que había dejado de sangrar hacía ya media hora. La idea de volver a ser lo que era y de reanudar el curso normal de su vida, prodújole una especie de delirio. ¡Qué verdad es que nadie sabe apreciar la dicha de estar completo hasta que no la ha perdido!

Llegó a creer que encenegándose mucho se vengaba de los que la habían perdido, y solía pensar que si el pícaro Santa Cruz la veía hecha un brazo de mar, tan elegantona y triunfante, se le antojaría quererla otra vez. ¡Pero , para él estaba...! Contó a renglón seguido tantas cosas, que Maximiliano se sintió lastimado.

Un minuto más que hubiera ella tardado, y el pobre Santo, indefenso, hubiera perdido sus dos ojitos clementes, llenos de lágrimas. Irguióse la muchacha, indignada, con el Niño en los brazos, y le besó con ternura compasiva, dispuesta a defenderle y amarle contra todas las sombras perversas de Rucanto.

Palabra del Dia

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