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Actualizado: 7 de noviembre de 2025


El la toma por las dos muñecas, y sacudiéndola le dice con voz ahogada: ¿Pero sabes también que yo no soy más que un miserable, un ser vil y perdido, un borracho, que no sirve para nada? ¡Si me pudieses ver, te daría asco!... Las personas honradas se apartan de ; me he convertido para ellas en un objeto de repulsión... ¿Y te figuras que yo podría amarte?

Pensaba yo en esto, amigo Ojeda, mirando a los respetables patriarcas que van abajo con sus hopalandas de pieles a pesar del calor. «Algo y aun algos». Para ésos, la línea ha perdido su antigua virtud... Mírelos: ¡rasca que rasca!...

Había estao güeno. Pero el torero no contestaba a estas exclamaciones de entusiasmo. Se llevó las manos al vientre, agachándose en una curvatura dolorosa, y comenzó a andar con paso vacilante y la cabeza baja. Por dos veces la levantó, mirando a la puerta de salida como si temiese no encontrarla, perdido en temblorosos zigzags, cual si estuviese ebrio.

Juan Díaz de Solís había llegado hasta una inmensa bahía por donde desembocaba en el mar un río muy caudaloso. Luchando allí con ciertos belicosos y fieros salvajes, llamados charrúas, Solís había perdido la vida.

Sus facultades dialécticas se habían desarrollado de modo tan desmesurado que nadie osaba hacerle frente á no ser que estuviese borracho perdido. Por lo cual muchas veces se veía obligado á forjarse un adversario mentido con quien contendía en voz alta. Era por lo general alguno de los que se habían quedado dormidos sobre un banco de la taberna.

¡Pues para este viaje no necesitábamos alforjas! gritó Contracayes, no menos furioso, volviéndose al consternado Peláez, que no había previsto aquel choque de dos malos genios. Pero, señores, calma... ¡Fuera de aquí, so tunante! gritó el Magistral terciando el manteo, descomponiéndose contra su costumbre... . ¡Desgraciado de ti! Date por perdido, mal clérigo....

Francisco I era un perdido exclamó el cura exasperado, y ese Buckingham, a quien quieres tanto, era otro. Cada cual tiene su carácter respondíle, y no por qué se les haría un crimen porque amaran a varias mujeres. La reina Claudia y la señora de Buckingham, pareceríanse sin duda a mi tía.

En el público las opiniones continuaban dividiéndose: Si la Condesa, perdido su amor por Zakunine, había esperado, sin embargo, permanecer con él, respetada y protegida, el tener que renunciar a esa última ilusión podía haber colmado la medida y determinado el suicidio.

Acaso Gonzalo fuese un poco más alto. El robusto corpachón de éste, alzábase sobre el grupo. Daba la mano por encima de las cabezas a los amigos que no podían llegarse a él, y su noble y bondadosa fisonomía sonreía a todos. Don Mateo, alzándose sobre la punta de los pies y tirándole del brazo para que se doblase, pudo decirle al oído: ¡Qué función te has perdido, Gonzalo!

Volviendo á Luisa, Madama Fonteral vino á enterarnos de lo ocurrido, y el alborozo ahogaba su voz. La buena mujer no sabia por dónde empezar, y exclamaba-muy á menudo: ¡estoy loca, estoy loca! Por fin, nos participó la noticia, y mi mujer y yo sentimos lo que sentiriamos, cuando encontráramos á una hermana que se nos hubiera perdido.

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