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Almorranas y muermo, sarna y ladillas, su mujer se las quita con tenacillasEl Cojuelo le dijo a don Cleofás: ¿Qué te parece los testimonios que nos levantan estos ciegos y las sátiras que nos hacen?

Y llegando a vista de San Clemente el Real, que estaba en el camino, a mano izquierda, convento ilustrísimo de monjas, que son señoras de todo aquel barrio, y de vasallos fuera dél, patronazgo magnífico de los Reyes, fundado por el santo rey don Fernando porque el día de su advocación ganó aquella ciudad de los moros , le dijo el Cojuelo a don Cleofás.

Sácame deste Argel de vidro; que yo te pagaré el rescate en muchos gustos, a fe de demonio, porque me precio de amigo de mi amigo, con mis tachas buenas y malas . ¿Cómo quieres dijo don Cleofás mudando la cortesía con la familiaridad de la conversación que yo haga lo que no puedes siendo demonio tan mañoso?

No están tan despiertos en aquella casa dijo don Cleofás donde está echando una escala aquel caballero que, al parecer, da asalto al cuarto y a la honra del que vive en él; que no es buena señal, habiendo escaleras dentro, querer entrar por las de fuera.

Con esta conversación salieron de la casa susodicha, y a mano derecha dieron en una calle algo dilatada, que por una parte y por otra estaba colgada de ataúdes, y unos sacristanes con sus sobrepellices paseándose junto a ellos, y muchos sepultureros abriendo varios sepulcros, y don Cleofás le dijo a su camarada: ¿Qué calle es ésta, que me ha admirado más que cuantas he visto, y me pudiera obligar a hablar más espiritualmente que con lo primero de que te admiraste?

Un moño y unos dientes postizos y un guardainfante pueden hacer esos milagros dijo don Cleofás . Pero ¿qué acompañamiento prosiguió diciendo es este que entra agora, de tanta gente lucida, por la puerta deste templo consagrado al uso del siglo?

El Cojuelo dijo: Quiero tomar tu consejo, porque, pues los demonios enloquecen, no hay que fiar de nadie. Desde vuestra primera soberbia dijo don Cleofás todos lo estáis; que el infierno es casa de todos los locos más furiosos del mundo. Aprovechado estás dijo el Cojuelo , pues hablas en lenguaje ajustado.

Aquélla es la Victoria , de frailes mínimos de San Francisco de Paula, retrato de aquel humilde y seráfico portento que en el palacio de Dios ocupa el asiento de nuestro soberbio príncipe Lucifer; y mire allí enfrente los retratos que yo la prometí enseñar; sin estar la dicha mulata en la plática que hacia don Cleofás había dirigido el tal Cojuelo, y diciendo: ¡Qué linda hilera de señores, que parece que están vivos!

Don Cleofás le respondió: En ninguna parte nos podemos entretener tanto: entremos norabuena.

Bien haya aquel tabernero de Corte, que se quita de esos cuidados y es cura de su vino, que le está bautizando en los pellejos y las tinajas, y a estas horas está hecho diluvio en pena, con su embudo en la mano, y antes de mil años espero verle jugar cañas por el nacimiento de algún príncipe. ¿Qué mucho dijo don Cleofás si es tabernero y puede emborrachar a la Fortuna?