United States or Burundi ? Vote for the TOP Country of the Week !


Ya lo tenía resuelto cuando recibió una tarjeta en que Julián le anunciaba que por exigencias de un negocio marchaba a Barcelona, donde pasaría dos meses. «Esas tontas pensó Emilia no saben lo que se pescan. Si este hombre hubiese puesto en los ojos, o no se marcharía o hubiese venido a despedirseEn aquellos dos meses no la escribió una sola carta.

En cuanto se vió sola, la señorita Guichard se apoderó de la jaquette de su huésped, la registró con mano febril, descubrió una cartera, la abrió y tomando una tarjeta, leyó: Mauricio Aubry.

Antes de almorzar, envié, bajo sobre cerrado, una tarjeta a Pepe Guzmán, con el ruego de que no faltara por la noche a mi casa. Este trámite era del programa formado por . Un detalle que recuerdo bien: al escribir en la tarjeta lo poco que necesitaba, anduve tanteando fórmulas hasta encontrar una en que no se diera tratamiento alguno a mi amigo. ¡Y de qué buena gana le hubiera tuteado!

Y para que usted sepa con quién está hablando, aquí tiene mi tarjeta... Campistrón echó una ojeada á la tarjeta que le ofrecía Tragomer y se inclinó con mucha deferencia. Estoy á las órdenes del señor vizconde... ¿Será, sin duda, para enseñar el retrato al notario de la testamentaría? Precisamente, señor Campistrón.

¡Que no, que no recibo! repitió, con un juramento. Señor insistió el criado, dice que tiene que ver forzosamente al señor; que se trata de un asunto de interés. Don Bernardino cogió de nuevo la tarjeta y leyó: Robert. Bueno, que pase; acabemos. Pidió a misia Gregoria que arreglase las mantas del lecho, que abriera las cortinas y le diera el espejo de mano.

A la mañana siguiente, mientras estábamos almorzando, llegó un muchacho mensajero con una tarjeta de Mabel, en la que me pedía que fuese en el acto a su casa.

GILBERTO. Acepto; pero por nada, ¿me entiendes? Por nada... La señora Grelou entra en el establecimiento del doctor Sinclar; enseña su tarjeta de abono y permanece algunos minutos en una cabina; esta mujer es todavía deseable, aunque disimula sus cuarenta y cinco primaveras. Las piernas de la señora Grelou son famosas por su contorno.

Sospecho que el clérigo, al oír llamar, había mirado por la celosía de madera que cubría las ventanas de la casa y me había visto. Entonces le entregué la tarjeta y dije que aguardaba contestación. No se hizo esperar mucho. La sorda acudió a decirme que «tuviese la bondad de subir». D. Sabino salió a recibirme fuera de la sala con sotana y gorro. Había cambiado la decoración.

No han hecho caso de la tarjeta que llevé, y tengo que volver esta tarde, y los sillares allí muertos de risa y la obra parada... Pero en fin, vamos a nuestro asunto. ¿En dónde está ese que se come la gente? Adiós, Severiana... Ahora no me puedo entretener contigo. Luego hablaremos». Avanzaron en busca de la guarida de Izquierdo, siempre rodeadas de vecinas.

En la tarjeta que lleva el nombre de cada convidado, se escribe el menú y se coloca sobre la servilleta, y ésta, plegada, sobre el plato, y el panecillo debajo.